La resurrección “es una fuerza imparable”

Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-BazaGINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza

Son palabras del papa Francisco en la Evangelii gaudium que tocan de lleno en esa tentación siempre presente de los profetas de calamidades: aquí todo está mal y el cambio es imposible, al menos en este mundo.

Esta actitud es la negación misma de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Después de la resurrección del Señor ya nada es igual porque nada puede ser igual. La victoria es definitiva y genera en nosotros un proceso irrefrenable de vida plena.

Simpre he pensado que un cristiano, por naturaleza, no puede ser pesimista, porque ya conoce el desenlace del mundo. Tampoco es ingenuo pensando que en el mundo todo está bien y no existe la maldad o el sufrimiento; sin embargo, la percepción es diferente: todos estos signos de muerte se viven en una esperanza que no defrauda.

Los que creemos en Cristo conocemos el final de la historia; y precisamente es esta convicción de fe la que nos lleva a no permanecer con los brazos cruzados, sino que nos lanza al mundo para transformarlo, con la gracia de la resurrección, en el lugar de la gloria de Dios.

La resurrección no es una historia pasada o un bello cuento para sosegar nuestras inquietudes ante la realidad presente o futura; por el contrario, es una realidad que “entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección” (EG 276).

La fuerza imparable de la resurrección nos invita a vivir en positivo a pesar de cualquier contrariedad, lo que nos llevará a hablar de Dios y de la fe de la Iglesia en positivo; así seremos instrumento de la dinámica arrolladora del Evangelio; así seremos verdaderos evangelizadores, portadores de la Buena Noticia.

En el nº 2.936 de Vida Nueva

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