(José Ignacio López– Periodista argentino del diario La Nación)
“Medellín, una osadía, constituye la prueba más viva de que la Iglesia en América Latina y el Caribe se hizo peregrina con toda la humanidad, pudo interactuar con aquella sociedad, acogiendo nuevos signos de los tiempos, suscitados por el Espíritu desde fuera”
Hubo históricos, veteranos de aquel acontecimiento crucial y también jóvenes, los que sólo lo conocieron por documentos y testimonios y hasta martirios que suscitó. Y ese encuentro fraterno, para tender y extender redes, fue tan estimulante y enriquecedor como las ponencias y talleres que hubo en Medellín conmemorando los 40 años de la histórica cumbre eclesial para llevar a estas tierras el ventarrón vivificante del Concilio.
Como el Vaticano II, Medellín se concibió como arranque de la construcción de una tradición latinoamericana. Según una de las lúcidas ponencias del IV Congreso Internacional de Teología, la de Agenor Brighenti, fue aquélla la hora “de dejar de ser una ‘Iglesia reflejo’, abandonar acostumbradas posturas miméticas de ultramar, para plasmar un rostro autóctono y articular una palabra propia. Eran sueños, sí, pero alimentados por una esperanza activa, aunque se chocarían con la represión de las dictaduras y encontrarían en Puebla un freno y en Santo Domingo su estancamiento”.
Desde esa perspectiva, Medellín, una osadía, constituye la prueba más viva de que la Iglesia en América Latina y el Caribe se hizo peregrina con toda la humanidad, pudo interactuar con aquella sociedad, acogiendo nuevos signos de los tiempos, suscitados por el Espíritu desde fuera y ofreciendo desde dentro el precioso potencial liberador del mensaje cristiano.
Con la grata sorpresa del renacer de la esperanza en Aparecida, se viene a confirmar, según el teólogo brasileño, que Medellín fue un kairós para la Iglesia en América Latina y que no fue en vano la sangre derramada, el sacrificio de los silencios obsequiosos o de las notificaciones curiales. “Mucho menos la persistencia de los que continuaron haciendo del Evangelio la memoria peligrosa de Jesús de Nazaret”, al decir de Brighenti.
En el nº 2.630 de Vida Nueva.