Las heladas trincheras de la razón

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Localidad francesa de Colliure, rincón entre el mar y la frontera. La tierra mullida por la llovizna recibe el cuerpo yermo del poeta malherido por la sinrazón. El calendario marca el 23 de febrero de 1939, cuando aún se lucha en los páramos de una España en retirada por los costurones del exilio, mientras otra fusila al amanecer, cegada por la venganza de una victoria que nunca fue paz. Era el entierro de Antonio Machado, que en sus versos que manaban de manantial sereno, advertía: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Las dos mitades partidas por las filias y las fobias; por ortodoxos y heterodoxos; por los rojos y los azules; los de un lado y los de otro. Gentes de pensamiento único, de un solo libro, de una sola bandera. Gentes apostadas en las trincheras, cómodos sitios de combate. No temo tanto a quienes nunca leyeron; temo más a quienes leen un solo libro. El poeta sevillano murió en el olvido. También de los republicanos, que sólo muy tarde, ya en la actual democracia, lo tomaron en cuenta hasta el delirio a veces. El corazón helado de Machado se evidencia hoy en las nuevas trincheras desde las que disparan quienes leen un solo libro, escuchan la misma canción, contemplan el mismo horizonte y disparan contra el mismo objetivo. ¡Ay de quien se sitúe en esa tierra de nadie de la que nos habla el escritor y sacerdote Rodríguez Olaizola! Es necesaria mucha empatía para abandonar la trinchera. Machado dice cómo en ambos lados “he visto garras fieras en las pulidas manos; conozco grajos mélicos y líricos marranos… El más truhán se lleva la mano al corazón, y el bruto más espeso se carga de razón”.

Publicado en el nº 2.650 de Vida Nueva (del 28 de febrero al 6 de marzo de 2009).

Compartir