(Jesús Sánchez Adalid-Sacerdote y periodista) En 1993, la editorial Verbo Divino publicó el libro Dos peregrinos por la justicia, del cardenal Carlo Maria Martini. Se trata de unos ejercicios espirituales ideados para sacerdotes en los que el autor se servía de las vidas en paralelo de san Ignacio de Loyola y del personaje bíblico de José, hijo de Jacob, trazando líneas sorprendentes entre los caminos emprendidos por ambos, para hacernos meditar acerca del símbolo espiritual de la peregrinación, como lugar común en la experiencia del creyente.
José tuvo un sueño, y le llamaron soñador. Fue aborrecido por sus hermanos, arrojado a un pozo oscuro, hecho esclavo… ¡Qué no le pasó a José! Sin embargo, Dios tenía un plan y un propósito para él. Perseveró y, una vez superada la prueba, Dios lo exaltó y lo llenó de gracia y de favor, haciéndole ministro de una nación que no era la suya, a la cual pudo llevar a toda su familia.
Para contarnos esta preciosa historia, el cardenal Martini, además de acudir a las Escrituras, echa mano de una extraordinaria obra literaria, José y sus hermanos, de Thomas Mann, cuyos cuatro tomos esperaban pidiendo a gritos ser publicados traducidos al castellano.
En aquella década de los 90, recién ordenado sacerdote, leí el librito de Martini. Y siempre me quedé con las ganas de profundizar más en la gran obra de Mann. Por fin, quince años después, la tetralogía sale a la luz en una cuidada edición hecha por Ediciones B: Las historias de Jacob, El joven José, José en Egipto y José el proveedor.
Mann escogió un tema recurrente, común a la cultura occidental; un relato cuyo origen se pierde en la historia y que es suficientemente conocido por todos. Resulta quizás chocante en principio esta elección, pero la forma en que Mann la desarrolla, yendo de lo ancestral a lo universal, con una exhaustiva y minuciosa puesta en escena y un delicado tratado sobre el aspecto religioso, hacen que el resultado sea una inesperada novela histórica absolutamente moderna.