(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)
Los socialistas fueron al congreso con ínfulas laicistas y acabaron con puro marketing. Las propuestas de quisquillosos come-curas se han descascarillado. En los congresos hay más de estrategia que de ideología. Acudieron coreando la retirada de crucifijos, la supresión de los funerales de Estado y replanteando las leyes del aborto y la eutanasia. Cada vez que se acerca un congreso, hacen lo que el protagonista italiano de Dientes de leche, de Martínez de Pisón, sacan con lágrimas del arcón las medallas de viejas victorias. Jalearon un congreso de laicismo excluyente y se han encontrado con que España no está para revoluciones. También de laicismo hablaron los populares de Rajoy en Valencia, aunque allí predominara más el lamento interno. Ambos partidos, en un intento de modernidad, se han conjuramentado para, cuando gobiernen y en donde ya gobiernen, poner firme a la Iglesia. Tengo más miedo a una derecha sin Dios que a una izquierda atea. Tanto unos como otros piensan que es mejor hacer lo que Napoleón: Vivre sous l’Espagne, agazaparse silenciosamente en el país, para lanzarse en su momento. Cambios suaves y progresivos. Ahora, todo cambiará, como en El Gatopardo, de Lampedusa, para que todo quede igual. Quienes quieran cambiar los Acuerdos Iglesia-Estado, que es la madre del cordero, tendrán que poner las bases cambiando cosas de más calado que un crucifijo en un acto oficial o una liturgia funeraria. Se trata de cambiar la mentalidad de una sociedad que no es laica, aunque el Estado no sea confesional. Habrá quien diga que no hace falta sacar a pasear mi ironía. Tampoco hacía falta sacar a pasear el cansino estribillo laicista de los socialistas.
Más información en el nº 2.621 de Vida Nueva (Del 12 al 18 de julio de 2008).