(Antonio Gil Moreno) Llega la Semana Santa, con sus tres escenarios: el templo, la calle y el corazón. Y llega la cruz y la silueta del Crucificado. Y llega, un año más, la celebración de la redención del género humano. Y sus “Siete palabras…”. Como susurraba el poeta: “Las siete para mí. Las siete, viento que me lleve contigo al infinito”. Hago un hueco de silencio para escucharlas, reflexionarlas y rezarlas.
Primera: “Padre, perdónalos…”. El gran historiador José María García Escudero decía que “todo el cristianismo se puede reducir a una sola palabra: Padre”. Cristo une a esa palabra una tarea infinita y maravillosa: “Perdonar”.
Segunda: “Hoy estarás conmigo en el paraíso…”. Todos somos ladrones. Robamos fama, dinero, posibilidades, ilusiones, virtudes que debieron florecer.
Tercera: “Mujer, ahí tienes a tu hijo…”. María no recibe un ministerio, sino una misión: ser la Madre y el corazón de la Iglesia.
Cuarta: “Dios mío, Dios mío…”. Es el grito del justo que sufre. Cuanta más oscuridad, más debemos abrir el corazón a la luz.
Quinta: “Tengo sed”. La entrega total, costara lo que costase.
Sexta: “Todo está cumplido”. La palabra de la plenitud. ¡Qué hermoso es poder decir: “La obra que el Padre me ha confiado está plenamente realizada!”.
Séptima: “En tus manos encomiendo mi espíritu…”. Cristo muere. Nace la Iglesia. Se salva el mundo. A partir de la muerte de Cristo, el mundo comienza a resucitar.
En el nº 2.655 de Vida Nueva.