M. ARMENTEROS MARTOS (TRES CANTOS, MADRID) | La Navidad permite personificar la adoración en “Alguien”, Jesucristo, en lugar de creer en “algo”. La Navidad es la Encarnación de Dios en la historia humana a través de su Hijo. Junto a Él y con Él se crea y recrea una nueva humanidad, de vida eterna tras la muerte.
La Navidad es la confirmación dada por Dios del valor y dignidad que tiene toda vida humana. Al asumir su propio Hijo nuestra naturaleza encarnándose en ella. Y así la elevó a tal grado que puede ser templo o tabernáculo espiritual, donde la misma Trinidad divina pueda residir, si la aceptamos por la fe.
La Navidad nos hace tomar conciencia de nuestra cercana filiación con Dios. Por asumir su Hijo nuestra humanidad. Y así se nos permite, por y con Él, tener al mismo Dios Creador como Padre nuestro. Estableciéndose una corriente espiritual de vida, afectiva, efectiva y teológica tan cercana como presente, capaz de vencer al mal.
La Navidad nos devuelve la herencia perdida, por la desobediencia a Dios de una pareja humana en el principio, la de Adán y Eva. Y fue a través de otra pareja singular, la de Jesús, el Hijo de Dios, encarnado en nuestra humanidad, y por María, mujer elegida inmaculada, quien por su “sí” aceptó dicha encarnación en su vientre. Esta extraordinaria pareja, de Jesús y María, fue obediente y fiel a la voluntad de Dios, y por ella se nos rehabilitó la entrada a su gloria eterna. ¡Feliz Navidad para todos y sea esta permanente!
Publicado en el número 3.017 de Vida Nueva. Ver sumario
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