MARÍA ROSARIO BACHILLER LUQUE (PEDIATRA Y PRESIDENTA DE RED MADRE CASTILLA Y LEÓN) | Los médicos ejercemos para curar; para restablecer la normalidad orgánica del cuerpo enfermo. Y, si no es posible, acompañar y aliviar el dolor, tanto físico como psíquico. Esa es nuestra función social. Y para eso elegimos esta profesión.
Sin embargo, la sensibilidad de la profesión médica hacia los derechos del concebido, en los últimos 30 años, ha disminuido enormemente, a pesar de los “vientres de cristal” que suponen las ecografías de última generación. En la sociedad y en la práctica médica se ha institucionalizado que los derechos de la gestante prevalecen sobre los del no nacido, asumiéndose el aborto como “un mal necesario”, fruto de situaciones sociales desfavorables y de la libertad de la mujer a decidir sobre su cuerpo.
El actuar médico se ha impregnado en este campo de un gran indiferentismo. Se sabe lo que es un embarazo, pero el relativismo imperante hace que en la práctica diaria se olvide la incontestable realidad biológica del inicio de la vida humana en la fecundación. Es más fácil indicar un aborto que ayudar a la mujer. Ocupa menos tiempo asistencial en nuestras saturadas consultas médicas.
Semanas atrás, la Asamblea General del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos hizo una declaración institucional sobre el anteproyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo que refleja este estado de insensibilidad de la profesión ante los derechos del concebido.
Se aconseja que, tal y como refleja la primera conclusión de esta declaración, “los poderes públicos concilien sensibilidades diferentes” y consensúen voluntades… “Según se piense y se sienta”, dicen. Por cierto, es curioso que el texto se inicie recordando el artículo 51.1 del Código de Deontología Médica:
El ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte. El médico está obligado, en cualquiera de sus actuaciones, a salvaguardar la dignidad e integridad de las personas bajo sus cuidados.
Se olvida en los párrafos siguientes. Soy pediatra y no concibo que un niño enfermo, aunque esté fatalmente enfermo y abocado a la muerte, deba ser eliminado con actos médicos, tal como se declara en el punto 4, en el que se aconseja la despenalización del aborto en el supuesto de malformación grave o enfermedad incompatible con la vida del feto. No podemos ser ni los médicos ni las mujeres los que apretemos el gatillo al niño enfermo. ¿Para eso ejercemos? Apoyemos a la mujer. Aliviemos al enfermo. Y cuidemos al débil.
Ojalá los médicos despertemos y logremos poner fin al mayor holocausto silencioso que se ha producido en la historia de la humanidad. Y exijamos que se promuevan leyes que ayuden a la embarazada. Solo así lograremos cambiar esta sociedad que es insensible al débil… Al concebido que todavía no habla ni vota.
En el nº 2.894 de Vida Nueva