Los niños

(Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)

Los indicadores sobre las creencias y prácticas religiosas de nuestros niños y preadolescentes, son muy satisfactorios. Para la Iglesia, estos datos suponen, a mi entender, una clara invitación a cuidar con esmero su educación en la fe”

Los niños acaban de ser noticia por un excelente trabajo, realizado por profesores de la Universidad Pontificia Comillas y publicado por la Fundación SM. 

Se trata, a mi juicio, de una aportación que nos ayuda a situarnos ante el mundo infantil en un momento muy singular para su entorno vital, el de la familia. Fiel a lo que observa, la sociología no pasa de largo por las dificultades para el desarrollo integral de las más jóvenes generaciones. Sin embargo, este estudio nos ofrece, en sus conclusiones, motivos para la esperanza. En lo que a la religiosidad de los niños se refiere, entiendo que los resultados son realmente estimulantes y exigen una seria reflexión en el ámbito de la educación cristiana. Entiendo que una adecuada asimilación de los resultados puede ser una ocasión propicia para tomar conciencia de que, además de acompañar a los adultos y cuidar a los jóvenes, no podemos olvidarnos de los niños ni descuidar una sólida catequesis, pues, de hacerlo, malograríamos irresponsablemente el futuro de la fe. Los indicadores sobre las creencias y prácticas religiosas de nuestros niños y preadolescentes, son muy satisfactorios. Para la Iglesia, estos datos suponen, a mi entender, una clara invitación a cuidar con esmero su educación en la fe, en sus procesos de iniciación cristiana. Sobre todo, ha de procurar que ésta no se interrumpa, para que dé tiempo a consolidar su vida cristiana en toda su integridad y no sólo en algunos aspectos, como estamos haciendo hasta ahora. Ha de cuidar que, en un itinerario, promovido y guiado fundamentalmente por nuestras parroquias a través de los catequistas y seguido de cerca, con su apoyo y estímulo, por los padres y demás familiares, los niños asimilen poco a poco lo que la Iglesia cree, vive, celebra y reza.

En el nº 2.637 de Vida Nueva.

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