GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
Ya hemos conocido la nueva Ratio fundamentalis para la formación sacerdotal, publicada el pasado 8 de diciembre. Es un documento esperado que nace con vocación de dar respuesta a los retos que presenta el mundo actual al ministerio sacerdotal. Formar a los sacerdotes que han de servir al Pueblo de Dios ha sido y es una exigencia que la Iglesia asume consciente de la trascendencia que tiene para el bien de los fieles.
Pero, ¿qué sacerdotes necesitamos hoy? y ¿cómo hemos de prepararlos?
Ante todo, no podemos olvidar que los sacerdotes no los elegimos nosotros, no son los candidatos que nosotros quisiéramos. El sacerdocio ministerial es una vocación, una llamada del Señor a quien quiere, cuando quiere y como quiere.
Dicho esto, el sacerdote ha de ser un apasionado; sí, un apasionado por Dios y por el pueblo que se le confía. No necesitamos sacerdotes a medio gas, acomodados en un ministerio que es más estatus que servicio.
Necesitamos sacerdotes que sean hombres de Dios, sumergidos en el Misterio por el contacto personal, íntimo y permanente con El que llama; hombres de Eucaristía y Reconciliación; hombres que nacen, crecen y maduran al calor de la Palabra escuchada, meditada y contemplada.
Necesitamos sacerdotes que estén felices cuando están en medio de su pueblo, a los que les duele lo que le pasa a su comunidad y al mundo. Hombres con y de misericordia, capaces de llorar y de reír con su gente, que no se avergüenzan de la ternura. Necesitamos pastores atentos a las necesidades de los demás, que no miran a otro lado ni huyen, que se encarnan y ponen la voz, la mano y el corazón de Dios en el rostro y en la vida de los hombres. ¿Y estos son los nuevos sacerdotes? Sí, los de siempre, pero viviendo en el hoy de Dios.
Publicado en el número 3.020 de Vida Nueva. Ver sumario