(Chema Caballero– Misionero javeriano en Sierra Leona) Es tiempo de mangos y hay muchos. Es tiempo de abundancia. Un par de meses durante los cuales niños y mayores se pasan el día comiendo.
Este período del año coincide con el comienzo de los trabajos del campo, cuando se quema el espacio de selva que se va a cultivar, se desbroza y prepara. Luego, tras las primeras lluvias, habrá que cavarlo y hacer los semilleros del arroz, que en julio será transplantado a los arrozales.
Una vez que se terminen los mangos, empezará el tiempo del hambre, coincidiendo con las lluvias. La fruta desaparecerá, el arroz escaseará y habrá que echar mano del mijo y las patatas y esperar a que pasen las lluvias y la fruta vuelva. Por eso hay que aprovecharse de que ahora hay mangos y comer todos los que se puedan, para aguantar bien y no morir como tantos menores de cinco años que mueren durante el tiempo del hambre.
Este año las cosas están mal, se está sobreviviendo gracias a los mangos porque el arroz escasea. Su precio se ha triplicado en sólo doce meses y la gente no puede comprarlo, ni siquiera puede comprar las semillas para plantar porque han subido mucho de precio. ¿Qué va a pasar este año? ¿Quién podrá plantar? Y si no se planta, ¿cómo tendremos arroz para comer el próximo año?
¿Dónde ha ido a parar todo el arroz? ¿Por qué cuestan tanto las semillas este año?, me pregunta Pa Kallie, regente del Tonko Limba.
¿Qué le puedo decir? ¿Las mentiras que nos cuentan de los biocombustibles? ¿O que a los chinos y a los indios les ha dado por comer más que antes? Algo de esto tendré que decirle, porque explicarle que hay gente especulando con el grano para hacer más dinero y que eso está condenando a millones de personas a la muerte no lo va a creer.