(Vida Nueva) Para el sábado 17 de octubre, varios colectivos convocaron en Madrid una multitudinaria manifestación callejera en contra de la actual reforma de la Ley del Aborto y a favor de la vida. Admitiendo que la protesta es lícita, cabe preguntarse por su oportunidad: ¿salir a la calle, en este momento político, es el modo más eficaz de luchar por la vida? ¿Se puede estar en contra del aborto y faltar a esta concentración?
Por un debate digno sobre el aborto
(Sergio Damas– Asociación Cultural Karl Rahner, www.asociacionkarlrahner.org) Se ha convocado para el 17 de octubre una manifestación a la que se han sumado al menos 44 organizaciones y 60 asociaciones. Nuestra asociación no es una de ellas. Nos preguntamos si ésta es la mejor iniciativa para afrontar un debate de tanto calado como el del aborto. A nosotros no nos lo parece.
Hace seis meses, los medios se hacían eco de que el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Rino Fisichella, criticó desde L’Osservatore Romano a un arzobispo brasileño que excomulgó a la madre y a los médicos que practicaron el aborto a una niña de nueve años embarazada de gemelos tras ser violada por su padrastro. ¿Con qué bando estamos? ¿Realmente se pueden hacer bandos en este debate? ¿Excomulgamos a esta madre y a su niña? ¿No ha sido víctima suficiente? Desde la Iglesia se insiste en dar respuestas simples a situaciones complejas.
Como cristianos y ciudadanos, rechazamos tanto la banalización del discurso como las posturas fundamentalistas. Porque si hay algo que está claro en este tema, es que no podemos simplificar creando bandos. No tiene sentido hablar de pro-vida, porque todos, cristianos o no, tenemos que estar a favor de la vida. Tampoco podemos dejar de ser pro-elección, porque, al final, el cristiano siempre debe decidir en conciencia, tras haber discernido. El problema surge cuando el derecho a elegir entra en conflicto con el derecho a la vida. Efectivamente, el Dios cristiano es el Dios de la vida, que crea personas con conciencia. En esa conciencia reside lo más sagrado del ser humano: su dignidad. “Ciertamente, en lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo…, cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal; haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente” (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 16). El ser humano, si es honrado, puede descubrir a Dios en su conciencia.
La sociedad y particularmente la Iglesia debieran prestar más atención a la realidad del aborto, más allá de lugares comunes. Creemos que hay tres pilares fundamentales que habría que cuidar especialmente:
- Es esencial una educación sexual en la que se integre a la persona. Una educación liberadora, frente a los discursos moralistas a los que tanto estamos acostumbrados.
- La prevención de embarazos no deseados debiera ser la base de una actitud proactiva ante el aborto. ¿Estamos dispuestos a apostar por métodos eficaces que los eviten? ¿Somos conscientes de que el número de abortos ha descendido más en los últimos años en aquellos países en los que éste se encuentra regulado y existe, al mismo tiempo, una política de prevención basada en la anticoncepción?
- Finalmente, la ayuda social como respuesta inmediata a la mujer que se encuentra ante una decisión de esta trascendencia. La Iglesia podría acoger, escuchar, acompañar, asesorar la decisión de personas que demanden su ayuda. La Iglesia alemana creó centros de ese tipo para dar respuesta a la obligación de asesorarse antes de tomar una decisión estipulada por la ley. Sorprendentemente, fueron cerrados por Juan Pablo II.
Es importante centrar el debate y recordar que, tal como señala el Comité de Bioética de España en su reciente informe, el proyecto de reforma legislativa no aborda la inclusión ex novo de la despenalización del aborto. En ese sentido, no debemos obviar la vigencia de la ley actual, en la que se incluyen tres supuestos a los que pueden acogerse las mujeres que deseen abortar. Su aplicación se ha caracterizado por la interpretación extralimitada de uno de los supuestos despenalizados: el grave peligro para la salud psíquica de la mujer. La gran mayoría de las mujeres se acoge a este supuesto. Así, el nuevo proyecto de ley se plantea como un intento por mejorar el mal funcionamiento de la legislación actual, despenalizando el aborto en las 14 primeras semanas de gestación.
Estamos ante un dilema ético y jurídico de gran calado. De un lado, el deber de respetar la autonomía de la mujer. De otro, el deber de proteger la vida en formación, la vida no constituida en persona. No estamos de acuerdo con los que banalizan la vida del embrión. Pero, desde luego, tampoco nos identificamos con aquéllos que no reconocen el derecho de la mujer a decidir en conciencia, cuando se dan unos supuestos y durante el período inicial del embarazo. Por eso defendemos una ley de plazos, porque es lo más coherente éticamente con los valores de la sociedad en que vivimos y con el estatuto ontológico, ético, antropológico y teológico del embrión. Defender la libertad de las mujeres (de modo no ilimitado, sino en determinadas indicaciones y cuando todavía el embrión no está constituido en persona) es también defender la vida. Defender el derecho a elegir de las mujeres es defender la dignidad de las mujeres, la dignidad de su vida, es ser pro-vida.
Desde luego, no creemos que debates de tanta transcendencia, con tantos matices como tiene el nuevo proyecto de ley, se puedan dirimir desde una postura cristiana con una manifestación. Más bien, deberíamos apostar por el diálogo abierto, en donde se aborden las cuestiones en conflicto y donde otros cristianos puedan escuchar diferentes posturas para discernir en conciencia lo que deben hacer llegado el momento. Necesitamos potenciar la formación y el discernimiento de los laicos. Frente a eso, algunos prefieren lanzar consignas en una manifestación. Porque cada vida cuenta, necesitamos formación y discernimiento, no consignas.
Un día histórico
(Gádor Joya– Pediatra. Portavoz de DerechoaVivir.org)
“Nuestra generación tendrá que arrepentirse no tanto de las perversidades de las malas personas, sino del estremecedor silencio de los hombres buenos”.
Martin Luther King
Hace 24 años, se aprobó en España una ley que ha permitido que se haya abortado a más de un millón de niños. Un millón de jóvenes, adolescentes y niños que hoy estarían entre nosotros.
Por aquel entonces yo tenía 17 años, y ni siquiera tengo constancia de haber vivido aquel momento. He vivido todos estos años metida en mis cosas, de espaldas a todos esos niños que iban siendo eliminados y a todas esas mujeres que han tenido que pasar por el inmenso drama y sufrimiento de acabar con la vida de sus propios hijos. Confieso que hasta en su día me resistí a ser la portavoz de Derecho a Vivir, algo de lo que ahora estoy enormemente orgullosa.
Durante este año he comprendido que no podemos seguir callados ante el horror del siglo XX: el aborto. Un día, no sé si dentro de 5, 10, 15 ó 20 años, nuestros hijos y nuestros nietos verán el aborto como hoy se ve la esclavitud, el apartheid o la pena de muerte. Y nos preguntarán cómo fue posible que aquello ocurriera sin que nadie hiciera nada.
No podemos permanecer otros 30 años impasibles ante la muerte y el dolor de millones de seres inocentes, ni ante la tragedia de millones de mujeres que no encuentran otra salida a su situación que la de dejar que le quiten la vida al hijo que llevan dentro.
Nos ha tocado vivir en este momento de la Historia, y tenemos que dar un paso al frente para defender el derecho anterior a todos los derechos: el derecho a la vida.
Un día, cuando todo esto acabe, podremos decir que nosotros estuvimos ahí, luchando por los más débiles, y el triunfo de la Vida será también nuestro triunfo.
Por eso, el día 17 de octubre tenemos que estar todos en Madrid. Para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de afrontar la lucha por la vida del más débil, para decirles a esas mujeres que sufren la angustia de un embarazo que no esperaban que estamos junto a ellas y junto a sus hijos, y para decirles a nuestros políticos, gobernantes o no, que el verdadero progreso consiste en defender siempre la vida del más débil.
Os pido que el 17 de octubre salgamos a defender el Derecho a Vivir. Nadie lo hará por ellos, nadie lo hará por nosotros.
En el nº 2.679 de Vida Nueva.