Mª VICTORIA MORÁN (CORREO ELECTRÓNICO) | Nunca he seguido los discursos de un Papa con tanta asiduidad, sobre todo los que no son “doctrina oficial”, aunque me he mantenido fiel a la Iglesia, a pesar de reconocer que muchas formas de expresarse de los pastores me hayan parecido desacertadas. Lo de Francisco es especial, tanto para los que nos tiene cautivados por su sencillez evangélica, como para los que tiene asustados al centrar su atención en la esencia del seguimiento de Jesús, en vez de en las “pesadas cargas” de la ley.
Agradezco especialmente lo que les ha dicho a los obispos de los Estados Unidos el 23 de septiembre, no solo por lo que supone de ejemplos concretos para que los pastores huelan a oveja, sino porque es trasladable a todos los niveles de responsabilidad dentro de la Iglesia. Me parece aplicable también para todos los que acompañamos grupos de catequesis y personas que quieren vivir la fe con honestidad y que podemos padecer las mismas tentaciones que la jerarquía.
Destaco solo algunas ideas que nos pueden interpelar: invitación a centrarnos en el anuncio de Jesucristo, no en doctrinas complejas, desde la cercanía de quien tiene su corazón centrado en Él, se alimenta de la oración y su mayor alegría es el pastoreo; exhortación a no apacentarnos a nosotros mismos, sino “saber retroceder, abajarse, descentrarse, para alimentar con Cristo a la familia de Dios”, para no perdernos en el poder de la fuerza y la eficacia, sino entrar en la dinámica de Dios, que es la de la paradoja de la debilidad; insistencia en que el diálogo sea nuestro método para seguir proponiendo la bondad de Dios con humildad. Y esto nos sirve para tratar con los de dentro de la Iglesia y con los de fuera. En síntesis, una invitación a ser pastores cercanos y servidores, que no se contenten con las medias tintas, personas espirituales que saben abajarse y gastarse a favor de los demás.
Me encantaría poder hacerle llegar a Francisco todo el agradecimiento que siento por su lenguaje en palabras y gestos; por su forma de ejercer el pastoreo en la Iglesia. Como eso no es posible, sí estoy segura de que le llegará la oración para que el Espíritu Santo le siga inspirando y acariciando, como una brisa suave.
En el nº 2.968 de Vida Nueva
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