(José Ramón Navarro Pareja– Fotos: L. Medina, S. Cuesta y A. Nusca) Los actos de celebración del quincuagésimo aniversario de la revista Vida Nueva comenzaron con la clara vocación de no quedarse en una mirada hacia el pasado, sino con la significativa apuesta de proponer “una palabra comprometida en la Iglesia, dentro de la pluralidad, que supere el enfrentamiento”. Jordi Pujol y Fernando Sebastián tuvieron la responsabilidad de abrir los actos de este aniversario en Madrid el pasado 14 de febrero de 2008, en una charla-coloquio en la que esbozaron su visión sobre La Iglesia en España, hoy. El que fuera presidente de la Generalitat catalana durante veintitrés años y el arzobispo emérito de Pamplona comenzaron su análisis a partir de una percepción que el propio Sebastián había expresado meses antes en referencia a la Iglesia católica: “No nos persiguen, pero no nos quieren”.
El arzobispo emérito de Pamplona constató que “en los últimos años, casi a lo largo de la democracia, la imagen de la Iglesia en la opinión pública se ha ido más bien deteriorando que mejorando”. Una situación en la que “está latente el poco aprecio del hombre contemporáneo en España por las realidades religiosas y el mismo Dios, por la trascendencia del hombre, por los problemas y preguntas de la vida humana”. Por su parte, Pujol recordó los tiempos del cardenal Tarancón en los que “había mucha gente que no nos quería, pero la imagen pública en general era positiva”.
En pleno ambiente preelectoral tampoco faltaron referencias a la relación entre la Iglesia y la política. Ambos defendieron que la Iglesia tiene “el derecho, y también el deber, de defender sus puntos de vista”, aunque el ex presidente de la Generalitat manifestó la ausencia “de fineza italiana” en algunas declaraciones episcopales. Ambos también destacaron que no ven próxima una ruptura de los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede. “En la historia de la Iglesia, todo lo que podría ocurrir ya ha ocurrido en otra ocasión”, señaló Sebastián, quien, en referencia a los acuerdos, destacó que “si se denunciaran, va a perder más el Gobierno que los denuncie, porque éste no es un gesto elegante ni democrático”.
Pero, más allá del evidente interés informativo de este evento, el acto sirvió como un primer encuentro de quienes hacemos Vida Nueva con los demás medios de comunicación, con nuestros lectores y con quienes siguen la tarea y el proyecto de nuestra revista. Además, supuso un magnífico aperitivo para el acto central de este 50º aniversario, que se realizaría sólo unos meses después, esta vez en Roma.
Vuelta a los orígenes
Era a finales del mes de mayo cuando la revista Vida Nueva volvía a hacerse presente en la ciudad “donde se cuajó una idea hecha realidad a lo largo de 50 años”, según destacó Juan Rubio, director del semanario religioso. Y es que fue allí, en el Colegio Español de Roma donde, a comienzos de los años cincuenta, cruzaron sus existencias hombres como Antonio Montero, José María Javierre, José Luis Martín Descalzo o José María Cabodevilla.
La celebración en Roma fue un homenaje en dos actos que tuvieron como escenario la Embajada de España cerca de la Santa Sede. El primero de ellos fue un almuerzo organizado por el embajador, Francisco Vázquez, en el que participaron algunas personas claves de la Curia romana, junto al equipo directivo de la revista. Cuatro cardenales presidieron la mesa: Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos; Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para Clero; Julián Herranz, emérito de Textos Legislativos; y el canonista Urbano Navarrete. La Secretaría de Estado también estuvo representada por monseñor Fernando Chica, responsable de la sección española, y por monseñor Francisco Froján Madero, de la sección para las relaciones con los estados. No faltaba tampoco una amplia representación del Grupo SM, encabezada por su presidente, Juan de Isasa, su director general, Javier Cortés y el director de PPC, Aurelio Matos.
Antes de concluir el almuerzo, el cardenal Re destacó que Vida Nueva “tiene lectores muy cualificados no sólo en España, sino también en numerosos países de América Latina donde la influencia de la revista se ha hecho notar con provecho en todos estos años”. El prefecto para los Obispos mostró su deseo de que la revista “pueda continuar aún muchos años su actividad y crezca su difusión”.
A las seis de la tarde, la celebración del aniversario continuó en los salones de la Embajada española, que se llenaron con la presencia de un numeroso público entre el que se encontraban embajadores y diplomáticos latinoamericanos, multitud de superiores de órdenes religiosas, así como eclesiásticos españoles que trabajan o han trabajado en la Curia romana, como monseñor Félix del Blanco, limosnero de Su Santidad, el recientemente fallecido monseñor Cipriano Calderón, que durante años dirigió la edición española de L’Osservatore Romano; el subsecretario del Pontificio Consejo para la Cultura, monseñor Melchor Sánchez de Toca y el rector de la iglesia española de Montserrat, monseñor José Luis González Novalín.
El acto fue introducido por el embajador de España, Francisco Vázquez, quien señaló que nuestra revista “ha sido una experiencia clara de libertad, de esa libertad de la que deben disponer los medios de comunicación que practican un periodismo objetivo, que no sobrepasa sus propios límites y que saben moverse en ese clima de serenidad que da el paso de la historia”. Además, desde su visión política, destacó que “Vida Nueva, así como la Iglesia española, desempeñaron un papel importante, un protagonismo impagable en el tiempo de nuestra transición política, ejerciendo su derecho a la libertad, a la libertad religiosa, y propiciando una sana separación entre la Iglesia y el Estado”.
Tras el saludo del embajador, fue Juan Rubio quien tomó la palabra para mostrar el agradecimiento de la revista “a todos y por todo, a quienes han hecho posible el pasado, a quienes conforman el presente y a quienes ya atisban el futuro en su trabajo”, y a la vez renovar públicamente el compromiso “de seguir siendo una voz abierta, plural, evangélica, conciliar, conciliadora, limpia y siempre propositiva”.
Ya en las intervenciones posteriores, Joaquín Luis Ortega, antiguo redactor de la publicación, recordó que “Vida Nueva nació de la confluencia de muchos caudales. Todos ellos corrían por la geografía española y corrían, téngase muy en cuenta, en tiempos anteriores al Concilio Vaticano II”. Una “pluralidad de raíces y de riesgos” que son, a juicio del sacerdote, “una señal de identidad que Vida Nueva debe reconocer y conservar siempre”. Recordando su etapa como responsable de la sección de ‘Iglesia en España’, entre los años 1970 y 1975, Ortega subrayó que la revista “no era un grupo ideológico ni, mucho menos, un grupo de presión ante la Conferencia Episcopal Española (CEE), entonces casi recién nacida”. “Había en el equipo que lideraba Martín Descalzo una percepción coincidente del momento político, social y religioso, y una sintonía de fondo con la Iglesia postconciliar tanto mirando a Roma como a la CEE”, remarcó.
La visión exterior la puso Gian Maria Vian, actual director de L’Osservatore Romano, quien comparó las situaciones político-eclesiales de España e Italia. Así, destacó que, a día de hoy, en el país transalpino “el panorama informativo católico es más variado” al existir muchas publicaciones y “muy diversas entre sí”, al contrario que en España. “Me sigo preguntando por qué desapareció en su día el diario Ya”, señaló ante los presentes. En ese contexto destacó “aun más la importancia de Vida Nueva, y no sólo para España, porque vuestra revista es una mirada de Europa hacia el mundo, hacia América Latina en particular”.
Tampoco faltaron elogios para Vida Nueva en la que fue la intervención más seguida de aquella tarde, la del cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo. El cardenal subrayó el “libro de estilo u hoja de ruta” de nuestra publicación, en la que se ha basado su credibilidad a lo largo de cinco décadas, dentro de su disertación sobre la deontología de la profesión periodística, y, de manera especial, del periodismo religioso. “Para que un mensaje sea bien recibido -sentenció Amigo- antes debe ser bien emitido, y el catolicismo de los informadores debe ser una garantía de su buen trabajo profesional, como tantas veces recordó el fundador de El Debate, el periodista y después cardenal Ángel Herrera Oria“.
Cerró el acto Javier Cortés, presidente del Consejo de PPC y director general del Grupo SM, en nombre de los cuales renovó “su compromiso con el presente y el futuro de Vida Nueva“. Y para ello hizo una relectura de la revista, “nacida como un preludio de la Iglesia que iba a surgir del Vaticano II y comprometida de manera radical y valiente en hacer carne real y concreta en España e Iberoamérica ese sueño de una Iglesia por y para el mundo desde la independencia política, económica e ideológica”. Pero, en su mirada hacia el futuro, hizo hincapié en que “no estamos aquí para repetir, sino para recrear, porque los tiempos en que vivimos los tenemos que afrontar, no desde la nostalgia, sea del signo que sea, sino desde la escucha del Espíritu y desde el servicio radical a la Iglesia y al mundo”.
En este sentido, y “para desarrollar este proyecto de presente y de futuro”, recordó que la revista cuenta en la actualidad “con un documento de identidad bien definido y asumido por sus accionistas, un Consejo editorial que le acompaña en el día a día constituido por personas de reconocido valor en el ámbito de la información religiosa, y un director y una redacción bien alineada con estos planteamientos”. Un equipo con el que aseguró que “estamos dispuestos a afrontar los nuevos retos a los que la Vida Nueva del siglo XXI deberá responder”.
En primer lugar, citó “el reto de lo que se dice”, en el sentido de poner la “calidad y profesionalidad periodística al servicio de una palabra nueva que oriente la vida de los cristianos en medio de los avatares y circunstancias del mundo que les toca vivir”. En segundo lugar, el reto “del cómo se dice”, en lo que supone una apuesta decidida por la “calidad y diseño también en el modo de expresarnos, mejorando la capacidad de comunicación de nuestra revista impresa y abriéndonos de modo decidido a la información religiosa en el mundo digital de la red”. No faltó tampoco una referencia al “reto de la globalidad”, para el que afirmó que la Iglesia actual tiene una respuesta, al ser la institución mejor preparada “para actuar en coherencia global y local”. Y, por último, señaló el “reto de la diversidad”, al encuentro “de las diversidades culturales y religiosas”, sobre el que se articula “una de las claves de la convivencia de la humanidad en el siglo XXI”.
En el nº 2.652 de Vida Nueva (especial 50º aniversario).