Mis caminos no son los vuestros

(Juan María Laboa- Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas) El célebre literato inglés Graham Greene se convirtió al catolicismo en 1927 y escribió novelas admirables sobre el mal, el pecado y la gracia. Su obra constituye, sobre todo, un comentario audaz y apasionante de las palabras divinas “no juzguéis”. No juzguéis el aparente fracaso de Dios, pisoteado en personas e instituciones que, a menudo, están dominadas por el mal, escarnecido en la debilidad de los sacramentos, porque el poder y la gloria están allí presentes.

Su novela El poder y la gloria es probablemente el libro más importante y más sugestivo de Greene, pero fue mal visto por algunos inquisidores romanos.

En 1965, Pablo VI le invitó a visitarle en el Vaticano. “Cuando me reuní con él, -escribió el novelista- mencionó que había leído El poder y la gloria. Le dije que había sido condenado por el Santo Oficio. ‘¿Quién le condenó?’, me preguntó. ‘El cardenal Pizzardo’, le contesté. Repitió el nombre con una sonrisa astuta y agregó. ‘Señor Greene, sin duda alguna partes de su libro ofenderán a ciertos católicos, pero usted no debe prestarles atención’”.

Reflexionando sobre esta entrevista y sobre su actualidad, me acordé de las palabras del poeta Charles Peguy: “Una revista no está viva si en cada número no deja descontentos a una quinta parte de sus suscriptores, siempre que no sean los mismos. Cuando nos dedicamos a no molestar a nadie, caemos en el sistema de esas revistas que pierden millones, o los ganan, para no decir nada, o más bien, por no decir nada”.

No resulta fácil mantenerse fieles a la conciencia propia y a la verdad aceptada y conseguida, pero constituye la pequeña gloria personal e institucional. Los cincuenta años de Vida Nueva manifiestan el significado de esta apuesta.

 

 

Compartir