Misericordia, compasión y paz para la católica Filipinas [extracto]
ÁNGEL CALVO, CMF (ZAMBOANGA, FILIPINAS) | La visita que –al cierre de esta edición– realiza el papa Francisco a Filipinas está causando una gran ola de entusiasmo y de grandes expectativas. Es la cuarta visita de un pontífice al país desde el viaje de Pablo VI en 1970, también como entonces después de un gran tifón. Durará solo tres días y, por deseo expreso del Santo Padre, se centrará en Tacloban, ciudad devastada por el tifón Haiyan (conocido localmente como Yolanda), para estar con las familias afectadas y mostrar su solidaridad con la población de las islas más castigadas por los recientes desastres naturales, además de otros actos en la capital, Manila.
Millones de personas viajarán a Manila y a Tacloban para ver al Papa y recibir su bendición. En Manila, el Gobierno ha decretado cuatro días de fiesta para facilitar los movimientos humanos. Se recuerda la concentración de más de cinco millones de jóvenes para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud de 1995 junto a Juan Pablo II, en el Luneta-Rizal Park, y se piensa superar esa cifra en la misa con Francisco en ese mismo lugar.
La mayoría son pobres. Acuden con la gran esperanza de acompañar al Papa con su oración, para que su carisma espiritual y su popularidad contribuyan a la difusión de los valores de la familia, al respeto a los derechos humanos y la justicia social en el país.
Incluso la guerrilla comunista del Nuevo Ejercito del Pueblo (NPA) ha decretado un alto el fuego en consideración a la visita papal. También el jefe del Frente Moro Islámico de Liberación (MILF), Hadji Murad Ebrahim, ha invitado a Francisco a que visite su campamento en Mindanao y se encuentre con sus seguidores, la comunidad musulmana de Mindanao. Quiere asegurarle su apoyo al proceso de paz.
Filipinas es el país de Asia que mantiene una mayor población y tradición católicas, con más de 85 millones de católicos, que viven junto a otros grupos cristianos (protestantes y evangélicos) y a cinco millones de musulmanes, concentrados en la región de Mindanao. La mayoría de los católicos son más bien conservadores, dóciles y fieles a las prácticas religiosas. Una tradición religiosa y cultural que no ha sido capaz de desafiar y cambiar las injusticias sociales y la corrupción dominantes, que mantienen a millones de personas en una situación de pobreza y marginación bajo el control de unos pocos.
La Iglesia impulsa obras de misericordia que intentan llegar a los pobres, y el trabajo en las organizaciones humanitarias para ayudar a los marginados tampoco ha logrado cambiar un sistema injusto, donde impera la desigualdad económica y la corrupción. La élite dominante también estará tratando de acercarse al Papa, con la esperanza de que su proximidad al “hombre santo” sea una señal positiva para el pueblo.
El cardenal brasileño Cláudio Hummes, amigo del Papa, le recordó al producirse su elección que no se olvidara de los pobres. Parece que Francisco está decidido a defender la causa de los desfavorecidos y a que la Iglesia sea el fermento de la nueva comunidad solidaria que anuncia el Evangelio.
Comunidad solidaria
En concordancia con el lema de su visita a Filipinas, Misericordia y compasión, esperamos que el Papa dirija su mensaje contra el gran abismo existente entre ricos y pobres, que recuerde la necesidad de crear una comunidad solidaria basada en la compasión del Evangelio y reivindique la urgencia de construir la paz, superando toda violencia en diálogo con otras culturas y tradiciones religiosas.
De hecho, Francisco ha invitado a dos líderes musulmanes a unirse al encuentro ssobre diálogo interreligioso que tendrá lugar en la Universidad de Santo Tomás, en Manila.
El asesor presidencial sobre el proceso de paz ha dicho que la visita pontificia debería impulsar la búsqueda de una paz duradera en Mindanao. Y es que la presencia del Papa llega, precisamente, en un momento en el que se espera la aprobación de la nueva Ley Orgánica que establezca un nuevo gobierno musulmán autónomo en Mindanao, en el que muchos musulmanes tienen puestas sus esperanzas para la restauración de sus derechos históricos y culturales y el progreso socioeconómico de sus comunidades. Se espera que el Papa impulse este proceso de paz entre las comunidades cristiana y musulmana reforzando la armonía.
Francisco es el Papa de los pobres y los oprimidos. Su presencia alimenta la esperanza del pueblo como el enviado de Dios para dirigir la Iglesia en el camino de la misericordia, de la compasión y de la paz.
En el nº 2.925 de Vida Nueva
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