PALOMA PÉREZ MUNIÁIN | Voluntaria de pastoral de la prisión de Pamplona
Como voluntaria de pastoral penitenciaria, esta palabra, detrás de los barrotes de una cárcel, resuena de manera diferente. Entre sus muros se encuentran personas que siguen teniendo razones para la esperanza, y otras que lo han perdido todo. Los voluntarios no hacemos distinciones, no añadimos apelativo ninguno al “tipo” de recluso. Tratamos a los presos de ETA como a cualquier otro. Seríamos injustos. Todos son hermanos nuestros por igual.
El paso por la cárcel es la imagen del desierto en la Biblia. Dios nos lleva al desierto para hablarnos al corazón. La cárcel puede ser un momento de gracia, sí, de gracia. He sido testigo de conversiones gracias a que han experimentado la presencia de Dios y su misericordia. Y cuando viven que, a pesar de sus pecados, Dios les sigue queriendo con locura de Padre, el corazón queda transformado para dar paso a un momento de reconciliación con Él, con los demás y con uno mismo, que es lo más difícil.
En su carta al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el Papa se dirige a los presos: “En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios es capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.
Y así lo hablamos en nuestros grupos de oración: “Cuando cada noche crucen la puerta de su ‘chabolo’, recuerden que esta puede convertirse en puerta santa gracias a la misericordia de Dios”. Experimentar que Dios me ama a pesar de mis pecados y miserias nos hace más misericordiosos con los pecados y miserias de los demás. En otro momento de esa carta dice: “Este año jubilar no excluye a nadie”. Entonces, ¿por qué yo lo voy a seguir haciendo?
Hoy hemos terminado nuestro rato de oración con los internos de la prisión de Pamplona con el Salmo 103: “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de gracia y misericordia”.
En el nº 2.968 de Vida Nueva