(Andrea Riccardi– Fundador de la Comunidad de San Egidio) Este mundo es difícil de comprender. La cantidad de información que recibimos nos crea la ilusión de estar al día: sin embargo, no es fácil ordenar todas esas noticias. A menudo tenemos la impresión de estar dispersos en lo cotidiano, tan complejo que resulta poco descifrable. Si, a mediados de los años 90, el conflicto entre hutus y tutsis nos parecía incomprensible, ¡cómo no vamos a considerar indescifrables los disturbios después de las elecciones en Kenia!
Saber muchas cosas no significa comprenderlas. Un repertorio selecto de información acaba por quedar archivado bajo el conflicto o, peor aún, el caos. Sí, nuestro mundo es difícil de comprender, sobre todo desde la guerra fría. Ésta actuaba como un increíble rector de nuestro horizonte político cotidiano. En aquella época había dos mundos, los dos imperios, en conflicto entre sí, pero en el fondo estancados; sin embargo, existía también un mundo distinto, el Tercer Mundo, que acababa por representar un conjunto compuesto, con la ambición de ser política y económicamente alternativo al sistema capitalista y al comunista.
Esto fue una ilusión. El Tercer Mundo acabó con el final de los dos mundos. La guerra fría destruyó el valor geopolítico de África, olvidada por los países occidentales, que ha vuelto a cotizarse en el mercado sólo con la presencia china.
Necesitamos visión de futuro. Las utopías planetarias, desde la comunista hasta la de mercado que fatalmente nos llevará a la democracia y a la paz, han tenido una carga ilusoria. La historia las ha desmentido.
Permanece la realidad compleja de un mundo mixto. Es un mundo en plural: en lo pequeño del territorio, en el gran mundo ya multipolar de las relaciones internacionales. Disolviendo diferencias, creando conexiones, favoreciendo el diálogo, se ejercita el arte de convivir, fruto del realismo y de la esperanza. Es el realismo hacia un mundo en plural. Es usar la razón frente a una pluralidad que a veces da miedo.