JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“El mal ejemplo de los líderes es muy peligroso, porque incita al incumplimiento sistemático de las normas por el ciudadano de a pie…”.
El escaso sentido del bien común se percibe con demasiada facilidad en la vida cotidiana últimamente. Ese poco valor, e incluso desprecio, del bien común se da en múltiples ámbitos, pero en las instituciones y en la política en general resulta especialmente trágico. Los escándalos de corrupción y de abuso de poder constituyen un mal ejemplo demasiado evidente.
Superados ciertos límites inmediatos, especialmente el de la supervivencia, la gente tiene necesidad de creer en sus líderes. No se puede vivir de otra manera. Por eso, el mal ejemplo de los líderes es muy peligroso, porque incita al incumplimiento sistemático de las normas por el ciudadano de a pie. Quienes quieren respetar a toda costa la legalidad pueden sentirse unos ilusos. Particularmente, este mal ejemplo afecta a los jóvenes, que miran desencantados el mundo decrépito de los mayores, en el que solo importa ganar dinero.
Como cristianos, nuestra mirada debe dirigirse ahora más que nunca solo a Jesús. El cual recibió del Padre el encargo de construir un mundo nuevo, más justo. Él señaló sin temor las injusticias y las contradicciones de los líderes de su tiempo. Se enfrentó con las autoridades políticas, con Herodes, con Pilato, con el sanedrín, con los fariseos, con los saduceos… Delató el mal ejemplo: “Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen”.
Justicia es pues comprometerse, denunciar el mal y hacer el bien. Los hombres de Iglesia debemos alzar la luz del Verbo, hablar, para que esa luz irradie e ilumine esta hora de sombras.
En el nº 2.843 de Vida Nueva