+ AMADEO RODRÍGUEZ MAGRO | Obispo de Plasencia
“Nada de lo que ha dicho o hecho es fruto de su inexperiencia, como algunos han pretendido ver. Todo es coherencia con un modo de ejercer el ministerio, ya muy acrisolado…”.
El Papa, como cualquier ser humano, tiene una biografía que no solo ha marcado su vida en sus actitudes personales, sino que también ha conformado la visión que los demás tienen de él. Pero no hay que olvidar que ser elegido sucesor de Pedro es como nacer a una vida nueva; hasta se cambia de nombre.
Es esta una misión que, si bien solo se puede asumir en coherencia con el pasado, sin embargo, por su trascendencia, hace nueva la personalidad de quien la asume y marca también la mirada de quienes están pendientes de él. Por eso, siendo importantes todos los matices que se están poniendo de relieve del pasado del papa Francisco, pasados estos primeros días, lo que de verdad se va a mirar es lo que diga y haga a partir de ahora.
Y me da la impresión, por lo que ya está sucediendo, de que muy pronto su ministerio va a focalizar la mirada y también el afecto de todos. No obstante, muchos nos fijaremos con esperanza en su coherencia; nos gustará que no deje de ser lo que era. Sobre todo, miraremos con cuidado si es fiel a lo que le pidió en el cónclave un íntimo amigo que le conocía muy bien, el cardenal brasileño Hummes: “No te olvides de los pobres”.
Aunque he mostrado una fotografía de un encuentro con el cardenal Bergoglio, del año 2010 en Buenos Aires, con ocasión de una entrañable jornada que compartió conmigo y con los sacerdotes de la OCSHA, solo por eso y por los ejercicios espirituales del año 2006 que nos dirigió a los obispos españoles, no puedo presumir de conocerle bien. No obstante, los rasgos generales que todos han referido de él, y que yo también conocía, se están confirmando plenamente desde el primer momento de su pontificado.
Nada de lo que ha dicho o hecho es fruto de su inexperiencia, como algunos han pretendido ver. Todo es coherencia con un modo de ejercer el ministerio, ya muy acrisolado, que nos gustaría que continuara en sus formas esenciales; aunque haya que entender que la sede de Pedro le “imponga” matices que necesariamente irán modulando su estilo pastoral.
Por ahora, todo apunta a que nada ha cambiado en el que fue obispo de Buenos Aires y ahora lo es de Roma y, por eso, pastor de la Iglesia universal. Nos han gustado sus gestos, nos parecen muy pastorales sus palabras, nos agrada que nos haya puesto a rezar, nos ilusionan sus deseos para la Iglesia y, por supuesto, nos complace especialmente el nombre elegido, Francisco.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.