CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
Todo ha cambiado: de la cruz hemos pasado al gozo, de la muerte a la vida, de las afrentas a la alabanza, de las lágrimas al consuelo, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. Así es nuestra pascua: un tránsito y cambio de lo viejo a lo nuevo, de la opresión a la justicia, del pecado a la virtud.
Los discípulos de Emaús no comprendieron la Escritura. La entendieron al estar con Cristo resucitado. Se les abrieron los ojos. Solo la presencia de Cristo es capaz de ofrecer la luz para comprender todos los misterios.
En la resurrección de Cristo aparece una tierra y un cielo nuevos. Unas personas que actúan ahora con renovados criterios. Lo viejo es el odio, las envidias, los orgullos, las injusticias, la tristeza, la desesperación… Lo nuevo es el amor, la caridad fraterna, el perdón, la misericordia, la paz, la justicia y el derecho, la humildad, la alegría, la esperanza… Es vivir de otra manera: la manera que nos trae Cristo, escuchando su palabra, imitando su conducta, resucitando cada día a un tiempo nuevo de amor, de justicia y de paz.
Vivimos en la fe del resucitado, que es la de saber descubrir, en los acontecimientos, una nueva presencia y significación. Todo se contempla a la luz del misterio de la resurrección de Cristo. Ha nacido un hombre nuevo. El que estaba muerto por el pecado ha resucitado por la gracia del bautismo. Somos testigos de la muerte y resurrección de Cristo. Esta es la novedad que anunciamos y el manantial inagotable de la nueva evangelización. La hora del testimonio de Cristo resucitado, de la levadura nueva, del anuncio de la tierra prometida a los que trabajan por la paz, a los que son misericordiosos, a los que tienen hambre y sed de justicia.
El mundo entero tiene que ser como un sacramento, como una señal en la que se descubra y aprenda a vivir en la gracia de Cristo. Será el amor fraterno el que haga olvidar viejos odios. Será la justicia practicada con fidelidad la que deje atrás enconados enfrentamientos entre hermanos. Será la misericordia la que haga fuerte la unidad de los hombres que un día estuvo resquebrajada por el egoísmo. Solo Cristo resucitado es el que devuelve la alegría de la nueva creación a todas las cosas.
Publicado en el número 3.031 de Vida Nueva. Ver sumario