JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“Esto que ha sucedido con el yerno de los Reyes de España es muy triste. Y humano… Señor, ¿por qué somos así? Nos sorprendemos al ver a muchos que lo tienen todo, y que difícilmente se contentan con lo que son o tienen…”.
Esto que ha sucedido con el yerno de los Reyes de España es muy triste. Y humano… Señor, ¿por qué somos así? Nos sorprendemos al ver a muchos que lo tienen todo, y que difícilmente se contentan con lo que son o tienen. Así nos perdemos los seres humanos.
Es una vieja historia. Nos afanamos por tener más, por ser más y por aparentar más. Lo que de una manera alegórica nos narra el Génesis.
Aquellos primeros seres humanos lo tenían todo; eran nada menos que imagen viva de Dios… No les bastó y quisieron ser ellos mismos Dios. No supieron quedarse en su puesto, en lo que les dieron con tanta generosidad y amor.
Aquel comienzo fue desventurado y, desde entonces, en el corazón del ser humano hay un vacío, un espacio que aún no ha sido llenado. En nuestro afán de ser felices tratamos de llenarlo con cosas mundanas, con caducidad. Y en nuestro empeño por la felicidad, cometemos errores, llenamos el vacío de nuestro ser interior con sombras que desaparecerán, y tristemente todo esto no nos llena, no nos satisface, no nos hace felices, porque es pasajero y tiene un tiempo de vida; caduca y ya no sirve para nada.
Y, por este inconformismo, el ser humano llega incluso a querer vencer el paso de los años, la lógica de la misma existencia. Y ahí tenemos a tantas personas arreglándose las arrugas, estirándose la piel, inconformes con su edad… Con cuánta exactitud lo expresó san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti…”.
En el nº 2.786 de Vida Nueva.