BORJA VIVANCO DÍAZ, doctor en Economía y licenciado en Sociología |
Nos encontramos ante un momento de gran expectación y esperanza tras la elección del papa Francisco. Jesuita, latinoamericano y amigo de los pobres como Francisco de Asís, el nuevo obispo de Roma presenta un perfil diferente al de sus predecesores. Sus gestos de sencillez, de austeridad y de cercanía a la gente han sido aplaudidos no solo en el orden católico. Y no son actitudes “populistas”, sino que han marcado su trayectoria pastoral en Argentina, bien como obispo, bien como provincial de la Compañía de Jesús.
Su sencillez recuerda enseguida a Juan XXIII, su sonrisa evoca a Juan Pablo I y su don de gentes –e incluso su perceptible capacidad de liderazgo– nos rememora al Papa polaco. Dista mucho del perfil intelectual de Benedicto XVI o del mismo Pablo VI, por ejemplo. Pero enseguida se percibe, en su semblante, lo mejor de la “inteligencia jesuita”.
Veremos si Francisco tiene posibilidad
de convertirse en un referente mundial
en la promoción de los derechos humanos,
de la ética o de los legítimos derechos
de los más pobres.
De todos modos, el papa Francisco está llamado a ir forjando un “estilo propio” que iremos viendo en qué medida es capaz de resistir a la burocracia, a la inercia y a las costumbres vaticanas y, lo que es más importante, en qué grado tiene capacidad de dar respuesta a la reforma de la Curia y sobre todo a los retos de la nueva evangelización. ¿Asistiremos, más pronto que tarde, a una nueva primavera eclesial? ¿Los cambios serán no solo de forma, sino también fondo?
El liderazgo de Bergoglio en la Iglesia argentina le llevó a transformarse nada menos que en la principal “autoridad moral” en el país y, en algunos momentos y siempre en defensa de los valores cristianos, en una pesadilla para los gobiernos de turno. Veremos si Francisco tiene también posibilidad de convertirse, ahora, en un referente mundial en la promoción de los derechos humanos, de la ética o de los legítimos derechos de los más pobres.
Un obispo, y más en América Latina, no puede hoy dejar de ser controvertido. Tampoco puede contentar plenamente a todos, un padre provincial de la Compañía de Jesús que estuvo abocado a tomar decisiones difíciles y arriesgadas durante la honda crisis eclesial –y, en particular, para la orden de los jesuitas– de los años 70 y, además, en el contexto de la tenebrosa dictadura argentina.
Al igual que le ocurrió a Ignacio de Loyola, y a tantos otros, quienes hablan mal del papa Bergoglio son quienes menos lo conocen.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.