Nuevas apariciones

Carlos AmigoPCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Si es de Dios, se hará la luz. Y el santuario será lugar de una devoción sincera y de encuentro con el Señor. La Iglesia es madre y maestra también en este asunto de las apariciones…”.

Es sabido que cuando se desconoce o se enfría la fe auténtica, enseguida se ofrecen unos cuantos sucedáneos empeñados en llenar un vacío que solamente la aceptación leal y sincera de lo que Dios ha manifestado de sí mismo, su Palabra, puede llenar. Proliferan los videntes de fantasías y de ofrecimientos de curaciones espectaculares, de fenómenos asombrosos, de predicciones casi terroríficas… Las garantías de credibilidad son nulas, pues solamente la escenografía que se presenta es más que suficiente para tener el criterio, ciertamente negativo, de evaluación sobre la autenticidad.

La Congregación para la Doctrina de la Fe acaba de hacer público un documento donde se ofrecen algunas líneas de discernimiento y juicio sobre las apariciones de contenido religioso. Habrá que tener en cuenta los frutos espirituales que se derivan de esas manifestaciones para llegar a una certeza moral de que, en estos acontecimientos, hay una luz que puede venir de Dios.

Y tener en cuenta la personalidad del vidente. La sinceridad de su devoción, la generosidad del ofrecimiento, su humildad y cordura, su vida moral y cristiana, el incuestionable deseo de oír y estar con la Iglesia. Y, por descontado, que no exista el menor atisbo de afán de lucro, intereses materiales o afán de notoriedad y protagonismo.

La prudencia y la discreción han de acompañar el juicio que se ha de emitir. Se necesitará la información precisa y saber las consecuencias que está reportando a la vida espiritual de los fieles que se acercan a esos lugares donde se aprecian señales extraordinarias de la presencia del Señor y de su santísima Madre.

Hay lugares –decía el beato Juan Pablo II– donde se manifiesta de una forma particular la presencia de Cristo y de la santísima Virgen María. Ahí están tantos y tantos santuarios a los que se acude en peregrinación para reconciliarse con Dios, celebrar con gozo en la Eucaristía y pedir al Señor las gracias y bendiciones que uno necesita. No son espacios en los que hubo apariciones, sino allí donde, por diferentes razones, fue creciendo la verdadera devoción, particularmente a la Madre de Dios, con títulos muy diferentes.

Si es de Dios, se hará la luz. Y el santuario será lugar de una devoción sincera y de encuentro con el Señor. La Iglesia es madre y maestra también en este asunto de las apariciones. No quiere apagar luz alguna que pueda conducir al encuentro sincero con el Señor, pero tiene que estar muy atenta para que no se confunda a sus hijos con el ofrecimiento de unos fenómenos extraordinarios inexistentes.

Decía recientemente Benedicto XVI: “A santa Bernardita, la Virgen le dio un mensaje siempre actual: la llamada a la oración y a la penitencia. A través de su Madre es siempre Jesús quien sale a nuestro encuentro para liberarnos de toda enfermedad del cuerpo y del alma. ¡Dejémonos tocar y purificar por él, y seamos misericordiosos con nuestros hermanos!”. (Angelus, 12-2-2012).

En el nº 2.808 de Vida Nueva.

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