(Jorge Juan Fernández Sangrador– Director de la BAC)
“El Episcopado español acomete con vigor un plan nacional ordenado a salvaguardar el derecho a la vida que a todo ser humano corresponde desde el momento de su concepción. La coyuntura social lo requiere”
Fue en los idus de mayo, aunque no se sabe de qué año. Entre el 295 y el 314. En Eliberri o Elvira (Granada). Allí se reunieron, a la vista del pueblo, obispos provenientes de sedes esparcidas por toda la península ibérica (Guadix, Córdoba, Sevilla, Mérida, Zaragoza, León, Toledo, Faro de Portugal, Málaga, entre otras), así como varios presbíteros y diáconos, y de aquella asamblea de pastores emanó la normativa sinodal y disciplinar más antigua que se conserva, no sólo de la Iglesia hispana, sino también universal.
Los ochenta y un cánones del concilio de Elvira han sido objeto de análisis y de contrastadas consideraciones históricas y redaccionales. La crítica ha sido implacable con ellos. Pero ahí están. Y han sido recibidos como magisterio eclesiástico. De hecho, el canon 33 es aducido como la primera ley que manda a los clérigos observar el celibato. Se ve, además, por el conjunto de disposiciones, que los cristianos del país se hallaban por entonces inmersos en un ambiente en el que había que defender con energía los principios de la fe y la moral. Entre éstos, el del respeto a la vida concebida en el útero materno, y, por ello, en los cánones 63 y 68 se penaliza severamente el aborto.
En la actualidad, el Episcopado español acomete con vigor un plan nacional ordenado a salvaguardar el derecho a la vida que a todo ser humano corresponde desde el momento de su concepción. La coyuntura social lo requiere.
De este modo, los obispos, al invitar a que se promulguen leyes que protejan ese derecho fundamental, se intensifique la oración por la vida y se dé voz a los niños que aun no han nacido, cumplen, con el mismo ímpetu de antaño, la misión pastoral que se les ha confiado de pregonar y proponer el evangelio de la vida.
En el nº 2.654 de Vida Nueva.