JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“Francisco no es un superhéroe, y quizás simplemente no pueda realizar los prodigios que se esperan de él…”.
La elección de Francisco ha generado un torrente de ilusiones que trascienden el mundo católico; también los escépticos, los agnósticos e incluso los anticlericales fervientes le han concedido el beneficio de la duda, y esperan con sinceridad que muestre humanidad y sea consecuente con el discurso moralizador que la religión cristiana lidera.
La opinión pública espera los primeros actos significativos de este líder, cuyo carisma se debe sobre todo al deseo de cambio que su figura ha sintetizado. Los medios han puesto su parte, y esto ha provocado mucho entusiasmo. Pero es posible que lo que ahora es novedad, mañana suscite sospechas, y sean esos mismos medios los que pongan en tela de juicio la honorabilidad y capacidad del Papa.
Por eso tanta ilusión tiene su peligro, y deberíamos calmar los ánimos. Francisco no es un superhéroe, y quizás simplemente no pueda realizar los prodigios que se esperan de él.
En términos de puro realismo, creo que también merece la pena considerar la elección de Bergoglio no solo como algo logrado solo por su personalidad, sino como algo más en general, algo que hemos hecho todos. Y más vale pensar que su llegada al pontificado no es un golpe de buena suerte, sino un acontecimiento en cierto modo concertado, cuyas consecuencias exactas todavía no podemos ver con claridad, pero que estamos dispuestos a asumir con responsabilidad fraternal. No está de más por el momento ejercitar colectivamente la paciencia y la templanza.
En el nº 2.846 de Vida Nueva