Pensar, un servicio a la Iglesia

Pensar, un servicio a la Iglesia

Carmen Picó Guzmán. Asociación de Teólogas Españolas CARMEN PICÓ GUZMÁN | Asociación de Teólogas Españolas

Decía el Concilio que los fieles cristianos debemos vivir como hombres y mujeres de nuestro tiempo aunando los descubrimientos de las ciencias con la formación doctrinal y las costumbres cristianas, sabiendo interpretar con sentido cristiano integral todas las cosas (GS 62). Es aquí donde yo encuentro el papel de la teología. Una ciencia que en su búsqueda de conocimiento hace posible el acercamiento y la compresión de la verdad revelada a los hombres y mujeres de su tiempo.

Una reflexión que, para hacer comprensible la fe transmitida en la Escritura y la Tradición, usa con confianza el lenguaje que inculturiza la fe para que resulte relevante en los nuevos contextos sociales, tal y como ha ido haciendo a lo largo de la historia desde los orígenes cristianos hasta hoy. Y que necesita para desarrollarse que sea reconocida “la justa libertad de pensar y de expresar humilde y valerosamente su manera de ver en aquellas materias en las son expertos” (GS 62) aquellos y aquellas que ha recibido la formación suficiente.

No es una tarea fácil, pero considero que debe ser entendida como un servicio a la Iglesia. Es verdad que las nuevas propuestas teológicas pueden generar desconfianza y recelo, pero, ante ese miedo, debemos apelar al valor que la teología ha tenido en la transmisión y la compresión de la Revelación.

Qué duda cabe de que las dificultades de la labor teológica son numerosas. Yo, por ejemplo, puedo aportar aquellas que a mí se me han presentado y se me presentan desde mi condición de mujer, como son el acceso a los estudios teológicos, la consolidación de la carrera profesional a través del doctorado y, la más importante quizás, no tener un lugar desde el que desarrollar ese servicio.

Pero, sin duda, merece la pena recuperar la motivación primera que me llevó a iniciar mis estudios de teología, la búsqueda de un mensaje que subyace a todos los condicionamientos históricos y que se abre ante mí como un mensaje de esperanza, para mi vida y para la de aquellos y aquellas que quieran acogerlo.

En el nº 2.969 de Vida Nueva

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