JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
“En el nº 448 de Vida Nueva, Manuel Gómez Ortiz publica un reportaje sobre los métodos anticonceptivos…”
“En tiempos de Aristóteles y san Agustín no teníamos el mismo conocimiento de las leyes naturales. Os lo suplico, padres, no hagamos un nuevo proceso contra Galileo. Uno solo basta en la Iglesia. No, nuestra misión es la de aplicar nuestra doctrina a situaciones cambiantes”. Así eran las palabras del cardenal belga Suenens en la III sesión del Concilio, quien, junto con el canadiense Léger, el holandés Alfrink y el patriarca Máximo IV, pedía un estudio fenomenológico preocupado por la regulación de los nacimientos.
En el nº 448 de Vida Nueva, Manuel Gómez Ortiz publica un reportaje sobre los métodos anticonceptivos. Tres números antes, Teófilo Pérez pone de relieve el debate suscitado a raíz del esquema 13. El tema llega a ser tan controvertido que Pablo VI acaba reservándoselo para él. Tres años después del cierre del Concilio, en la Humanae Vitae, el Papa articula el significado unitivo y procreativo de la unión conyugal, aprobando la paternidad responsable desde “el recurso a los períodos infecundos” (n. 16).
El pasado 5 de marzo, al ser preguntado por Ferruccio de Bortoli, director del Corriere della Sera, Francisco sentenció: “Todo depende de cómo sea interpretado el texto de la Humanae Vitae”. Pero el Papa precisaba que era necesario tener en cuenta las situaciones de cada persona, sin reformular el aspecto doctrinal.
En el Sínodo, un matrimonio brasileño expuso a los obispos su experiencia en el uso de los métodos naturales. Pero, ¿es esta la praxis de todos los católicos? A la teología aún le quedan diez meses para responder al llamamiento de la Relatio Synodi (n. 58): “Redescubrir el mensaje de la encíclica Humanae Vitae, (…) [y] la valoración moral de los métodos de la regulación de la natalidad”. Muchos cristianos de hoy siguen haciéndose las mismas preguntas de ayer: “¿Estoy apoyado en el maltusianismo o en un verdadero sentido de la responsabilidad?”.
En el nº 2.921 de Vida Nueva
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