Poblet en el recuerdo

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Llevo en mi corazón aquellos largos ratos de la oración del coro, los momentos de convivencia fraterna en la sala de comunidad o la comida monacal en aquel imponente comedor…”.

Entre misas, laudes y vísperas, yo habré celebrado en Poblet varios miles de veces, siempre en catalán. En primer lugar, porque durante muchos años pasaba allí una semana en verano para hacer oración, amén de dos largas temporadas por motivos de salud. O sea, que yo no sabré hablar en catalán, aunque sí que lo entiendo; pero lo que es cantarlo ¡vaya que sí!, y muy a gusto.

Allí ha quedado, por tanto, una buena parte de mi vida sacerdotal, y muchas vivencias entrañables con aquella comunidad monástica. Quisiera, por tanto, dedicarle un recuerdo agradecido, como una deuda del corazón, especialmente teniendo en cuenta que por mis limitaciones físicas –andador, pañal, etc.– ya no puedo manifestarlo, visitándoles alguna que otra vez.

Por aquellos años era abad el padre Mauro, que para mí fue como un ángel de la guarda; después fue elegido general de la Orden, y ahora vive de nuevo en Poblet como emérito, junto al padre Alegre, el abad actual, que hace honor a su nombre, al que aún tuve tiempo de tratarle y gozar de su amistad.

Poblet tiene mil sitios por donde perderse, para rezar, meditar o pasear, pero yo recuerdo especialmente la capilla y el claustro de San Esteban, del románico primitivo, y el rincón junto al estanque de los peces colorados y los nenúfares blancos, que se abren al sol por la mañana y se cierran por la noche, quizá soñando con mariposas blancas que vienen a libar en su corola.

Por encima de todo, llevo en mi corazón aquellos largos ratos de la oración del coro, los momentos de convivencia fraterna en la sala de comunidad o la comida monacal en aquel imponente comedor, a la vez tan solemne y tan humana.

Por ejemplo, cuando en ciertas fiestas hacían en la cocina unos dulces llamados panellets, al pasar la bandeja entre los monjes y los huéspedes se colocaba una discreta nota indicando: Tocan a tres (Florecillas monásticas…).

En el nº 2.872 de Vida Nueva.

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