GINÉS GARCÍA BELTRÁN, obispo de Guadix |
Con esta frase, un cansado y hasta desilusionado Pedro manifiesta a Jesús la convicción de que su palabra de Maestro siempre es verdad. No echa otra vez las redes por mero gusto, ni obedeciendo a una orden por pura inercia; tampoco porque humanamente estuviera convencido. Lo hace sencillamente por obediencia a la Palabra del Señor.
Haciendo un ejercicio de imaginación, pero creo que sin andar muy desencaminado, pienso que estas palabras podrían rondar el alma del próximo obispo de Roma.
Al pensar en el que sucederá a un papa de la grandeza de Benedicto XVI, no podemos sino “remar mar adentro” para no quedarnos solo en el análisis o en el juicio de lo que ocurre en el exterior de la vida de la Iglesia, por muy noticiable que sea.
Me temo que los grandes problemas con los que se ha de enfrentar el nuevo papa no son principalmente los problemas que más le interesan a la opinión pública; este tipo de problemas siempre los habrá, y su resolución nunca será del gusto de todos.
El asunto por excelencia al que ha de dar respuesta
el sucesor de Pedro es la evangelización,
la transmisión de la fe en un mundo
donde el concepto de Dios se diluye.
El asunto por excelencia al que ha de dar respuesta el sucesor de Pedro es la evangelización, la transmisión de la fe en un mundo donde el concepto de Dios se diluye, donde el hombre anda perdido en medio de una cultura que, en nombre de la dignidad humana, tantas veces lo priva de ella.
El sucesor de Pedro ha de ser un hombre de Dios, arraigado en su Palabra, que lo conduce y anima para realizar su misión; un oyente que sabe escuchar y contemplar, que guarda, como María, todas las cosas, meditándolas en su corazón.
El papa es un creyente que cada día se deja hacer en la horma de la Eucaristía; que experimenta y se hace cercano a tantos hombres y mujeres que buscan, muchas veces a ciegas; que escucha el clamor de los pobres de la tierra. Todo lo humano ha de estar muy cerca de su corazón.
Y junto a todo esto, el que nos preside en la caridad está llamado a ejercer un ministerio de autoridad, ha de gobernar la Iglesia con el mismo estilo de Cristo, en el servicio. El momento que vivimos pide un papa firme y cercano, claro en el anuncio y testigo de la caridad de Cristo en su gesto y en su vida.
El papa no está solo, toda la Iglesia está con él. Ahora no le ponemos cara, pero ya rezamos por él. Dentro de unos días, tendrá nombre e historia, y entonces le repetiremos: “Tú eres Pedro”.
En el nº 2.839 de Vida Nueva.