Presbíteros del ayer

Jesús Sánchez Camacho, profesor CES Don BoscoJESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco

El nº 495 de Vida Nueva extracta los cinco documentos que Pablo VI promulga solemnemente el 28 de octubre de 1965: Christus Dominus, decreto sobre el ministerio pastoral de los obispos; Perfectae caritatis, decreto sobre la adecuada renovación de la Vida Religiosa; Optatam totius, decreto sobre la formación sacerdotal; Gravissimum educationis, declaración sobre la educación cristiana; y Nostra aetate, declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.

En el mismo número, el teólogo Enrique Miret Magdalena publica un artículo sobre la experiencia de los sacerdotes obreros. Aunque todavía no era conocido por sus libros, este teólogo laico tuvo el valor de asomarse a la plaza pública tardofranquista a través de publicaciones como Triunfo y Cuadernos para el diálogo.

El 6 de noviembre de 1965 lo hacía en Vida Nueva, narrando la intrahistoria de los sacerdotes obreros que se habían comprometido con llevar el Evangelio a las fábricas, muelles y suburbios. Pío XII avaló dicha acción apostólica. Pero, inopinadamente, el Santo Oficio acabó con esta experiencia en 1954.

Once años después, en un momento en el que se publicaba un decreto que renovaba en profundidad aspectos espirituales, académicos y pastorales de la formación de los presbíteros, volvía a renacer la misión de los sacerdotes en el mundo obrero. Fruto de una colegialidad y descentralización acreditada por el Concilio, el Episcopado francés autoriza esta acción pastoral.

Tras cinco décadas de peregrinaje, ¿se ha ido caminando en la dirección marcada por Optatam totius con un talante impreso en Gadium et spes? La respuesta posconciliar sembró un espíritu de entrega y servicio difícil de segar. Algunos de estos presbíteros no solo han sentido que las marcas de sus años les han restado brío pastoral. A veces, dichas marcas se han tornado heridas cuando han observado la tendencia de determinados neopresbíteros a condenar, jugar con trapitos en las sacristías, vestir con un impecable alzacuello y tener un horario funcionarial.

No vendría mal incluir en sus programas formativos un curso para apreciar, y dejar de subestimar, a nuestros héroes del ayer.

En el nº 2.963 de Vida Nueva.

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