JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“¿Se puede anunciar la Resurrección en una sociedad saturada de información y completamente desmotivada?…”.
Se abre la Cuaresma un año más. Entramos en el núcleo fundamental de nuestra fe: nos preparamos para celebrar y vivir que Jesús ha muerto y ha resucitado. Este es el anuncio primero de los cristianos: la Resurrección.
La fórmula inicial que empleaban los discípulos era muy simple: ¡ha resucitado! No hacían falta más palabras, porque el mensaje resultaba por sí mismo extraordinario, impactante, novedosísimo… De ahí partió todo.
Sabemos que hay muchos fieles que siguen acudiendo a Misa, a las procesiones, que siguen con más o menos fidelidad las tradiciones de la Iglesia. Sin embargo, cabe preguntarse ¿qué alcance tiene hoy decir que hay un Dios, que tuvo un hijo, el cual fue enviado a redimir a los hombres…? ¿No sonará esto a locura o a necedad para la mayoría de la gente? ¿Se puede anunciar la Resurrección en una sociedad saturada de información y completamente desmotivada?
Esta reflexión, en principio desalentadora, nos conecta con el sentido más vivo y auténtico del Evangelio: la absoluta novedad. El cristianismo se presenta ahora, igual que entonces, como un nuevo acontecer, para que las gentes que vienen de muy lejos encuentren una oportunidad nueva de salir de su nada vieja y penetrar en el misterio eterno; la vida nueva, la vida de Dios.
Por eso no se ha de temer cuando se ve que una parte del pesado y viejo armazón se viene abajo. Es bueno que así sea. ¿No quemamos las secas palmas el pasado Domingo de Ramos para hacerlas cenizas? ¿No es el símbolo de que pedimos que todo sea nuevo?
En el nº 2.886 de Vida Nueva