JORDI GAYÀ ESTELRICH, comisario de la exposición ‘Ramon Llull: 700 años de misión’
El beato Ramon Llull (1232-1316) nació en la isla de Mallorca, apenas incorporada esta a la Corona de Aragón (1229). Sus padres formaban parte del grupo de familias acomodadas al frente de la nueva sociedad y de la administración de la isla. Se casó con Blanca Picany y tuvieron un hijo y una hija.
Cerca de los cuarenta años, Ramon Llull se vio inmerso en una experiencia religiosa que cambió su vida radicalmente. Según su repetida narración de los hechos, se trató de una serie de episodios, como la reiterada visión del Cristo crucificado, el impacto de un sermón sobre san Francisco y la peregrinación a Santiago de Compostela. La respuesta fue el abandono de sus bienes y la dedicación a la vida eremítica.
En estas circunstancias maduró el proyecto de predicación a los infieles, al que Ramon Llull dedicaría toda su vida. El proyecto se concretaba en un triple propósito: la disposición a dar la propia vida por la conversión de los infieles; escribir un libro, “el mejor del mundo”, que sirviera para la tarea de conversión; y conseguir la creación de centros para la formación de las personas que tenían que dedicarse a la predicación.
El proceso de formación, reflexión y primeras realizaciones de sus propósitos ocuparon más de nueve años de la vida de Llull. Durante este tiempo adquirió de forma autodidacta los conocimientos filosóficos y teológicos necesarios, se dedicó intensamente al aprendizaje de la lengua árabe e inició la redacción de algunas obras que reflejan su vida contemplativa. Un hecho capital puso término a este tiempo de preparación: la “ilustración” del Arte, es decir, de los principios y del método que deberían servir para la predicación a los infieles. Llull reitera a menudo su convicción de haber obtenido estos conocimientos por la gracia divina.
A partir de ese momento se inició una etapa de viajes continuados y la redacción masiva de escritos de todo tipo, hasta acumular un catálogo de 280 títulos. Una primera realización de su programa culminó con la fundación del monasterio franciscano de Miramar por parte del rey de Mallorca con confirmación papal.
Se abrieron cuarenta años dedicados por el mallorquín a la realización de sus propósitos iniciales, pero también a nuevos conocimientos teóricos y nuevas experiencias vitales que los modificaron, hasta confluir en el ideal de una comunidad universal de paz.
Para conseguir el apoyo necesario para la realización de su proyecto, Ramon Llull viajó incansablemente por las ciudades más importantes de Europa, visitó el Oriente y por tres veces se desplazó al Norte de África. El programa de Llull fue incorporando muchos otros aspectos. Con su Arte no solo propuso igualmente una renovación de todas las ciencias, sino también programas de mejora de las conductas y de las estructuras eclesiales y sociales.
La memoria de Ramon Llull perduró a lo largo de los siglos. El Arte y su intento de ciencia universal fue considerado por muchos como fuente de inspiración. Para muchos otros, su vida personal y su doctrina mística fueron consideradas como modelo de vida cristiana.
También hoy, en la actualidad de Europa y del mundo, el proyecto de Llull sugiere caminos de solución. La consecución de una comunidad de paz a través del diálogo entre las religiones, según las condiciones que él repite, exige:
- Un respetuoso conocimiento de las opiniones de los demás.
- Una convivencia regulada por la “pública utilidad” (bien común).
- Una reacción mesurada frente a la violencia que estorba la convivencia.
- Una sincera y razonada comprensión de las verdades de la fe propia.
- Una vivencia contemplativa.
Publicado en el número 3.007 de Vida Nueva. Ver sumario
LEA TAMBIÉN:
- CULTURA: Ramon Llull, a un peldaño de ser doctor y santo
- LA ÚLTIMA: Llull y Eco, por Gianfranco Ravasi, cardenal presidente del Pontificio Consejo de la Cultura