Ratzinger explica Medjugorje

JOSÉ MANUEL ZABALA C. (MADRID) | Acabo de leer en el nº 2.883 el A fondo sobre Medjugorje y quisiera añadir un dato que me parece importante de la mano de Joseph Ratzinger.

En el año 2000, con ocasión de la publicación de la tercera parte del secreto de Fátima, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el futuro Benedicto XVI publicó un interesante comentario teológico, que resumo aquí.

Primero, al recordar que se trata de una revelación privada, cita a Benedicto XIV y explica que “no se debe un asentimiento de fe católica a revelaciones aprobadas de tal modo, no es ni tan siquiera posible; estas revelaciones exigen más bien un asentimiento de fe humana, según las reglas de la prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente creíbles”. El criterio de verdad, sigue, es su orientación a Cristo.

Lo más interesante es cuando se pregunta por la naturaleza de la “aparición”, que ve así: “En las visiones de Lourdes, Fátima, etc., no se trata de la normal percepción externa de los sentidos: las imágenes y las figuras, que se ven, no se hallan exteriormente en el espacio, como se encuentran un árbol o una casa”. Tampoco es una experiencia mística.

Y concluye: “Aquí se trata de una percepción interior que, en el vidente, tiene la fuerza de una presencia”. Es una especie de visión con “los sentidos internos”. No es una fantasía, pero conlleva limitaciones; el factor subjetivo está siempre involucrado.

La forma popular de entender las apariciones marianas supone que la Virgen se desplaza a Fátima o Medjugorge, el vidente entra en relación con ella y recibe el mensaje. Ratzinger nos enseña otra cosa. Lo que sucede es que un creyente tiene una experiencia intensa de fe con la grandeza y limitaciones que esto tiene (salvo que sea un simple fraude o se trate de un enfermo). Con este planteamiento, es difícil pensar en apariciones programadas cada semana, en secretos (sobre todo, después de la decepción del de Fátima) o en mensajes precisos pronunciados por la Virgen.

Algunos creyentes pueden sentirse confusos al sentir que se les “quita” su aparición devotamente acogida, pero millones encuentran ahora notable dificultad en hacer suya una fe tan “maravillosa”.

En el nº 2.885 de Vida Nueva

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