JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
“Han pintado maravillosamente las bendiciones que rodearán al feliz habitante de la sociedad comunista (…). Se dice, por ejemplo, que una jornada de trabajo quedará reducida a cuatro o cinco horas, como máximo, y que, sin contar las vacaciones, habrá ciento diez días libres al año. La productividad será tan grande que permitirá estos lujos. Pero el hombre soviético en sus diez horas diarias de tiempo libre no se dedicará al ocio, sino que lo empleará en desarrollar armoniosamente todas sus facultades mediante el deporte, el estudio, el arte, la investigación científica. Todo eso redundará en beneficio de la misma sociedad”.
Este “paraíso, (…) al alcance de la mano” es la prospectiva comunista que Pedro Solís Tovar esgrime en el nº 475 de Vida Nueva, a partir de los objetivos diseñados por el XXII Congreso del Partido Comunista de la URSS en 1961. El evento fue palanca de una década llena de publicaciones que actualizaban la meta socialista de Lenin: la industrialización del país. Muchos predecían alcanzar en producción a EE.UU. en 1970; y doblarlo en 1980.
Pero las cosechas de ese edén sembrado empezaron a mitigar. Las políticas de liberalización y desestalinización de Kruschev (1953-1964) quedaron paralizadas por el sempiterno anquilosamiento económico de un Brézhnev (1964-1982) cuya gobernanza dio la puntilla a la URSS. Y el socialismo sucumbió con la Perestroika de Gorbachov (1985-1991) y la introducción del libre mercado de Yeltsin, primer presidente de la Federación Rusa (1991-1999).
En un tiempo bisagra para la historia de la democracia española, el debate de la revolución de Marx y Engels se ha reabierto. ¿Es un boceto político de libro o un programa realizable? Cuestión que aflora al vislumbrar a aquellos que han movido ficha, convirtiendo la indignación en cambio político. ¿Dulcificarán su mensaje para con los magnates o los expulsarán del Templo? ¿Su anunciada nacionalización y redistribución de la renta estará inclinada hacia el comunismo o hacia la socialdemocracia?
Con las municipales y autonómicas podemos atisbar maniobras. Pero, tras las generales, se abrirá el tiempo de comprobar la intensidad, afilamiento y dirección de la flecha en un arco llamado Parlamento.
En el nº 2.946 de Vida Nueva