(Francesc Torralba Roselló– Profesor de la Universidad Ramón Llull)
“Cuando los resentimientos históricos se manejan en el presente, causan enfrentamientos entre personas y pueblos; son motivo de venganza y de mucho sufrimiento. Si deseamos lograr la paz, debemos abandonar esos resentimientos”
El resentimiento es una reacción emocional ante otro, que sobrevive y revive repetidamente. Cada vez penetra más en el centro de la personalidad. Este continuo revivir y sobrevivir de la emoción es muy distinto del recuerdo intelectual. Es una emoción, normalmente interior, mientras que la venganza es una acción, normalmente proyectada hacia el exterior, que a veces se lleva a cabo o permanece dentro del corazón humano como un deseo, como un pensamiento impulsado por el resentimiento.
El acto de recordar es más bien neutro, mientras que el resentimiento
es “sentir de nuevo”, pero es un sentir que, la mayoría de las veces, se refuerza con el recuerdo obsesivo de algo negativo, por tanto, es peligroso. Si el recuerdo del daño sufrido es un recuerdo en eco, se agrava y refuerza no sólo el daño, sino la propia dinámica del hecho de recordar.
En términos puramente humanos, no es fácil hallar la fórmula o receta que sirva para sanar un corazón lleno de resentimiento. Esto se debe, en parte, a la permanencia o recurrencia del dolor, pero también se debe a que, por extraño que pueda parecer, vivir con resentimiento reporta algunos beneficios a quien toma ese camino.
Cuando los resentimientos históricos se manejan en el presente, causan enfrentamientos entre personas y pueblos; son motivo de venganza y de mucho sufrimiento. Si deseamos lograr la paz, debemos abandonar esos resentimientos históricos, aquéllos cuya raíz está en acontecimientos que los contemporáneos no pudimos vivir.