(Lucía Ramón Carbonell– Profesora de la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad de Valencia)
“La buena noticia de la resurrección de Jesús es que Dios es el garante de la justicia y que su justicia es Salvación. Es, ante todo, un anuncio de esperanza para los crucificados de la historia”
La fe en la resurrección afecta radicalmente a la cuestión del sentido de la vida y de la historia, y no sólo en el más allá, sino también aquí y ahora. Implica un nuevo ethos, una forma de habitar el mundo comprometida y esperanzada.
La resurrección es buena noticia hoy cuando somos un signo viviente de bienaventuranza, porque logramos articular alegría pascual y hambre y sed de justicia; esperanza y sensibilidad honda y radical por la dignidad humana; insatisfacción por el actual estado de cosas y trabajo tesonero por la justicia. Todo ello, a sabiendas de que en la dimensión intrahistórica muchos de nuestros esfuerzos, y lo que es peor, millones de hombres y mujeres inocentes, seguirán pereciendo en la trituradora de la historia.
Por eso, que Dios resucitara a Jesús de Nazaret y no a cualquier otro no es indiferente desde un punto de vista ético.
La cuestión última a la que responde la fe en la resurrección es si nuestras ansias de bien y de vida, como las del Jesús histórico, están condenadas al fracaso. Moltmann lo expresa con contundencia: “La cuestión de si hay Dios es algo insustancialmente especulativo comparada con el grito de los asesinados en las cámaras de gas, de los muertos de hambre y de los oprimidos pidiendo a voces justicia. Toda interpretación de la historia se halla en el horizonte de la pregunta por la justicia: ¿acabarán los verdugos triunfando sobre sus víctimas inocentes?”.
La buena noticia de la resurrección de Jesús es que Dios es el garante de la justicia y que su justicia es Salvación. Es, ante todo, un anuncio de esperanza para los crucificados de la historia y para aquellas y aquellos heridos por el hambre y la sed de justicia.
En el nº 2.656 de Vida Nueva.
