RAMON PRAT I PONS, vicario general de la Diócesis de Lleida |
La elección del papa Francisco hay que situarla en el contexto del Año de la fe, convocado por Benedicto XVI para celebrar el 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y, también, a la luz de su renuncia.
Los retos que tenemos planteados en la Iglesia son recurrentes y persistentes. Básicamente, los podemos agrupar alrededor de tres ejes: el diálogo del Evangelio con la cultura, de la fe con la justicia y los pobres, y de la comunidad cristiana con la persona concreta, mediante una pastoral de proximidad a la misma.
Los documentos del Vaticano II, los escritos de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, sin olvidar el testimonio de Juan Pablo I, ofrecen los elementos necesarios para continuar el aggiornamento de la Iglesia en su comunión interna y en su misión en el mundo.
En definitiva, se trata de retornar al Evangelio. Este fue el mensaje central del Concilio Vaticano II y es el tesoro de la Iglesia de todos los tiempos: nunca una actitud prepotente… tampoco una actitud vergonzante…, sino la confesión serena y gozosa de la fe en Jesucristo.
Se trata de retornar al Evangelio.
Este fue el mensaje central del Concilio Vaticano II
y es el tesoro de la Iglesia de todos los tiempos:
nunca una actitud prepotente…
tampoco una actitud vergonzante…,
sino la confesión serena y gozosa de la fe en Jesucristo.
Esta confesión de fe, manifestada en la esperanza y operativa en la caridad, es tarea de cada cristiano, de las comunidades parroquiales, de la Iglesia particular y de la Iglesia universal. El obispo de Roma, sucesor de Pedro, contribuye a dinamizar la vida eclesial mediante la credibilidad de su autoridad moral, de manera que la sociedad pueda decir de él –como lo decían de Jesús de Nazaret–, ¿quién es este que enseña con autoridad?
El lenguaje verbal y corporal del papa Francisco, en sus gestos y palabras, expresa esta credibilidad, porque en medio de la tensión social del cambio epocal, y de la tensión interna de la Iglesia ante la necesidad urgente de reformas, muestra una actitud realista y humilde, que irradia las Bienaventuranzas.
El papa Francisco dinamizará una pastoral de proximidad, de lúcida austeridad y de creatividad evangélica. La tarea no será fácil, pero la luz y la fuerza evangélicas pueden acompañar a la humanidad hacia la verdad, la justicia, el amor, la paz y la libertad. La elección del nombre Francisco es todo un símbolo ante esta nueva andadura eclesial.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.