Riccardo Tonelli, un servidor de la Iglesia y los jóvenes

JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ, correo electrónico | Nos sorprendió el 1 de octubre la muerte de Riccardo Tonelli. Sabíamos que estaba enfermo, pero no que el final estuviera tan cerca. Se fue de improviso. Concluyó su buena andadura un corredor de fondo, un hombre bueno que supo vivir con intensidad la pasión por los demás en un servicio incondicional a la Iglesia y a los jóvenes.

Riccardo ha sido un salesiano con corazón de pastor y mente de maestro. Una de esas personas privilegiadas que han sabido aunar reflexión y praxis en una síntesis inteligente y ardiente. No solo porque sus palabras ponían fuego en el corazón, sino porque su vida rebosante de humanidad cautivaba a quien compartía con él un tramo del camino. Corazón y sonrisa ancha, Riccardo exhibía la bonhomía de quien ha entendido el arte de vivir como expresión de la amorevolezza que, a buen seguro, le contagió Don Bosco.

Muchos hemos aprendido de él. Su pensamiento ha marcado la reflexión posconciliar en la teología pastoral y, de modo especial, ha dejado huella en la pastoral juvenil. De amplios horizontes, su propuesta hunde sus raíces en una antropología de la encarnación y respira en un modo de hacer teología desde abajo, sintiendo en y con la Iglesia.

Muy pegado a la realidad, nos ha propuesto una pastoral juvenil para la vida y la esperanza de las personas, especialmente aquellas más a la intemperie, más en el margen, más abandonadas. Para ellas, de modo especial, Riccardo proponía narrar la Buena Noticia de Jesús, para iluminar el camino en la noche, para partir el pan de la alegría y de la fiesta, para abrir el mar de un mañana mejor para todos. ¡Qué feliz se habrá sentido en estos últimos meses escuchando al papa Francisco!

Le debemos buena parte del impulso de la pastoral juvenil en estos más de 40 años de renovación conciliar en la Congregación Salesiana. Su etapa como docente en la Universidad Salesiana y al frente de Note di Pastorale Giovanile ha sido brillante. Algunos intentaron ponerle sordina, anhelando propuestas más confesantes. Sé que ha sufrido por ello y que, con humildad, ha buscado hasta el último momento seguir dialogando y buscando caminos de encuentro.

Naturalmente que el pensamiento necesita siempre respirar y no se deja atrapar fácilmente. Frente a quienes pensaban en el desguace, él lo hacía en un barco en alta mar que no necesita bloquearse en el puerto, sino ser reparado de las vías de agua que los desafíos de la cultura y del momento eclesial iban dejando al descubierto. Fue un hermeneuta de la realidad.

La Congregación Salesiana y la Iglesia le deben mucho. El tiempo realzará su figura. Mientras, te decimos hasta luego, fratello Riccardo. Gracias por tu extraordinaria humanidad y tu corazón de pastor. Gracias por tu pensamiento y tu propuesta, que hoy más que nunca saben de misericordia y sanación, sobre todo cuando hacemos resonar en el centro de la aldea y en las periferias existenciales la buena noticia de Jesucristo.

En el nº 2.867 de Vida Nueva

Pueden enviar sus cartas con sugerencias o comentarios a: director.vidanueva@ppc-editorial.com

Compartir