(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)
“Es el Señor quien camina con los grupos, cargados con las viandas, y es el Señor quien reconforta a quienes acuden a su encuentro. Los primeros se sacuden su ánimo de personas acomodadas, sin aparentes problemas, para toparse con la realidad de la vida (…) Éstos, como todo ser humano, no sólo necesitan comer, sino, sobre todo, ser reconocidos”
La comunidad de San Egidio mantiene nueve rutas de reparto de comida a necesitados en la ciudad de Madrid. Los grupos que llevan a los diversos puntos los alimentos representan el conjunto variopinto de la comunidad creyente: jóvenes y adultos, universitarios, estudiantes, empresarios, padres de familia, administrativos, jubilados. Inician su camino tras la celebración de una liturgia de la palabra semejante a las bien conocidas de Santa María en el Trastévere romano. Animados por la oración, se encaminan los nueve grupos a los lugares prefijados, a donde acuden personas sin techo, marginados sin hogar y, cada día más, personas que sufren la crisis hasta el punto de necesitar esta ayuda para poder comer.
No se trata sólo de cubrir una necesidad urgente, sino, también, de crear relaciones de conocimiento, amistad y cariño con quienes las necesitan tanto como el alimento. Nos encontramos ante una labor lenta, paciente y maravillosa, la de acoger y crear lazos de confianza y simpatía, capaces de estructurar y recomponer situaciones anímicas difíciles, al tiempo que se crea una comunidad de hermanos que intercambian generosamente lo que tienen, empezando por la palabra y terminando por el amor.
Naturalmente, todos tienen y buscan; dan y reciben. Es el Señor quien camina con los grupos, cargados con las viandas, y es el Señor quien reconforta a quienes acuden a su encuentro. Los primeros se sacuden su ánimo de personas acomodadas, sin aparentes problemas, para toparse con la realidad de la vida, la angustia de la diversidad, y las dificultades concentradas en quienes viven en los márgenes. Éstos, como todo ser humano, no sólo necesitan comer, sino, sobre todo, ser reconocidos, aceptados tal como son, estimados y queridos por cómo son. Entre todos, crean la Iglesia.
En el nº 2.651 de Vida Nueva.