(Ángel Moreno, de Buenafuente) Hay relatos bíblicos que se quedan más grabados en la memoria que otros. Uno de ellos se refiere al rey Salomón, cuando, siendo aún un muchacho, Dios le dijo: “Pídeme lo que quieras”, y él le pidió sabiduría.
El pasaje corresponde a uno de los domingos del ciclo ‘A’. Al celebrar la Eucaristía en un pequeño pueblo, donde la presencia de los niños es muy escasa, al ver que ese día asistía un grupo de pequeños, desarrollé la homilía en forma de diálogo y les hice la misma propuesta que recibió Salomón.
-Vosotros, ¿qué le pediríais a Dios, si Él os dijera ‘pídeme lo que quieras’?”. Pablo, de 10 años, que había recibido pocos días antes la primera comunión, contestó: “Ir al cielo”. José, de la misma edad, a la misma pregunta, respondió: “Que no haya más pobres en el mundo”.
Sorprendido, comprendí lo que dice el Evangelio, que la sabiduría se revela a los pequeños y a los sencillos de corazón. Al mismo tiempo, me quedé pensando: “Y yo, ¿qué le pediría a Dios?”. Extendí la pregunta a los adultos de la asamblea, al mismo tiempo que recordé a Jesús en Getsemaní, cuando dijo a su Padre: “No se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres”.
En el nº 2.649 de Vida Nueva.