SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona
“La pastoral es encarnación, presencia, implicación y propuesta valiente. Si los pastores olemos a oveja, ayudaremos al rebaño a oler a Cristo…”.
Vivimos un momento especial e intenso por muchos motivos y da gusto poder vivirlo. La imagen de la Iglesia como hospital de campaña –tan original del papa Francisco– refleja muy bien como es este momento. Sobre todo, porque nos anima a esforzarnos a ir a lo esencial del Evangelio, que es el encuentro con Jesús y la atención preferente a los más pobres.
Responder a esto es el objetivo de la pastoral de la Iglesia, la que hace realidad el estilo del buen Pastor que va delante del rebaño, que se sitúa en medio, e incluso está dispuesto a seguirlo colocándose detrás por la confianza que deposita en él.
Ya sabemos como tiene que ser esta pastoral: una pastoral en clave de misión, que, como dice el papa Francisco, pretende abandonar el cómodo criterio del “siempre se ha hecho así”. Nos invita a ser audaces y creativos a la hora de repensar objetivos, estructuras, estilos y métodos evangelizadores. Es necesario concentrar el anuncio de Jesús y del Evangelio en lo que es esencial, en lo más atractivo y al mismo tiempo más necesario. Trabajar pastoralmente así es fascinante y motivador, porque se siembra con esfuerzo a la vez que con confianza y gozo, aunque tengamos que ir contracorriente.
La Iglesia somos todos los bautizados y la tenemos que pensar como verdadero Pueblo de Dios que se encarna en el “pueblo” en el que vivimos, allí donde se da la vida real y tiene que ser inculturado el Evangelio. Una Iglesia en salida que acoge, no excluye a nadie y tiene una palabra de misericordia y esperanza para todos.
El papa nos habla de proximidad, de diálogo, de paciencia, de acogida cordial que no condena. Por ello, la pastoral es encarnación, presencia, implicación y propuesta valiente. Si los pastores olemos a oveja, ayudaremos al rebaño a oler a Cristo.
En el nº 2.894 de Vida Nueva