JOSÉ Mª AVENDAÑO PEREA, vicario general de la Diócesis de Getafe |
Luis es un hombre “herido por la vida” (expresión del beato Juan Pablo II), que reside en una casa de acogida ubicada en la Diócesis de Getafe para enfermedades aún “innombrables”. A los dos días de haber sido elegido el papa Francisco como sucesor de Pedro, me dijo Luis: “Qué ángel de la guarda nos ha mandado el Señor. He visto una foto suya lavando los pies a enfermos como yo, y eso me da esperanza”.
Y este martes, escuchando la homilía de inicio del pontificado, me acuerdo de él porque el Papa nos habla de “custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños… Solo el que sirve con amor sabe custodiar”. Custodios de la Creación, de los demás y del corazón.
Aún no nos habíamos repuesto de la conmoción que supuso la humildad y libertad del papa Benedicto XVI en su renuncia, y es entonces cuando la Trinidad Santa nos presenta al papa Francisco al frente de la nave de la Iglesia; un pastor que lo primero que hace es invitarnos a la oración, como cimiento de la vida cristiana, y que en nuestra mente, en los labios y en las obras estén siempre presentes los pobres. Somos discípulos de Jesucristo Crucificado y Resucitado.
Aún no nos habíamos repuesto de
la conmoción que supuso la humildad y libertad
del papa Benedicto XVI en su renuncia,
y es entonces cuando la Trinidad Santa nos presenta
al papa Francisco al frente de la nave de la Iglesia.
Ha sido acogido con alegría, y su mensaje de sencillez, misericordia, amor, cercanía donde está el sufrimiento… está llevando al mundo la belleza de Jesucristo. Es un hombre de Dios curtido en la hermosura y el espesor de la realidad, aportando el “calor de la esperanza”, con la luz de Cristo como horizonte.
Hombre de síntesis, que, como san Francisco de Asís, no tiene más riqueza que a Cristo; defensor de la vida, de la justicia social…, poniéndolo todo al servicio del Evangelio. Nos acostumbrará a familiarizarnos más con la Doctrina Social de la Iglesia.
Iglesia pobre y amiga de los pobres, sin olvidarlos, acogedora y atenta a toda forma de pobreza, lejos del temor a la bondad y a la ternura. El papa Francisco nos sitúa en lo esencial de la fe en la nueva evangelización: llevar el amor de Dios al mundo.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.