JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | El Código de Derecho Canónico pide que los padrinos de bautismo y de celebraciones del matrimonio estén confirmados. La ley es la ley. Algunos pastores, amantes de estas leyes y con mucho relajo con otras, se ponen la ley por montera y no se cuela nadie en las masivas confirmaciones a las que estamos asistiendo de un tiempo a esta parte.
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Ante la solicitud de confirmación o matrimonio, impulsada muchas veces por el deseo de ser padrino o madrina en el más típico cristianismo sociológico, se han empezado a organizar confirmaciones en masa. Y el sacramento que hasta ahora venía salvándose de la avalancha consumista, ha empezado en la vorágine de ese cristianismo de bodas, bautizos y comuniones que hasta se puede ver en los anuncios publicitarios de los restaurantes.
Poner el cascabel al gato ante esta avalancha de sacramentos de supermercado es difícil y no se puede hacer de forma aislada y kamikaze. Hace falta visión de conjunto, criterio pastoral y no vendría mal un repaso teológico.
Para salvar la ley, hemos hecho que abunden las catequesis rápidas. No importa de qué vaya la cosa: lo que importa es el número de fieles que tengan el certificado y puedan ser padrinos o madrinas.
En el nº 2.853 de Vida Nueva.