Benedicto XVI está triste por el affaire de los obispos lefebvristas. A sugerencia de Bertone le llegan cartas de adhesión de los obispos españoles. En Roma andan a la greña por lo mal que se ha gestionado el asunto. Las intrigas palaciegas no benefician. Viejos clanes planean contra un estilo diáfano que se va imponiendo a contracorriente en la Curia.