Tarancón existió

MARÍA JESÚS M. MARTÍNEZ. MADRID | Lo mejor de la serie que TVE emitió semanas atrás sobre la vida del cardenal Tarancón, más allá de la mayor o menor calidad de la misma, fue la buena acogida registrada entre la audiencia. En este sentido, quiero pensar que muchos de los miles de telespectadores fueron jóvenes.

Para los que vivimos o al menos conocemos por la Historia cuál fue el papel que la Iglesia desempeñó en el franquismo, resulta un motivo de orgullo que, ya años antes de morir el dictador, hubiera una apuesta decidida por soltar amarras del Régimen. Un cambio que no solo fue obra de algunos sacerdotes y movimientos laicos comprometidos, sino que fue impulsado desde “arriba”: por el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón, bajo la tutela del papa Pablo VI.

Es una lástima que un porcentaje muy significativo de nuestros jóvenes (entre ellos, muchos católicos) apenas sepa quién fue Tarancón. Somos muchos los que valoramos la importancia histórica de que la Iglesia, en vida de Franco, defendiera su independencia respecto al Estado, así como la garantía de derechos ciudadanos básicos, como el de la libertad de expresión.

Somos muchos los que nos admiramos de que el cardenal fuera uno de los protagonistas de la Transición a la democracia, dejando claro que la Iglesia mira por todos, no solo por los “suyos”.

Ojalá sean muchos los jóvenes que, a la hora de caer en el tópico de achacar a la Iglesia una monolítica añoranza de los tiempos del franquismo, conozcan al menos los hechos: cierto que haciendo frente a muchas tensiones internas, pero Tarancón guió con templanza el barco que situó a la Iglesia en la defensa de su independencia y en la de todos los ciudadanos.

En el nº 2.785 de Vida Nueva.

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