+ AMADEO RODRÍGUEZ MAGRO | Obispo de Plasencia
“¿Cómo vamos a desearle a nadie una feliz Navidad si no nos identificamos personalmente en nuestra propia felicidad y no compartimos ese deseo con otros, también personalmente identificados?”.
A expensas de que aún llegue alguno rezagado, ahora que acabo de contestar cientos de christmas navideños, me permito hacer alguna consideración sobre lo que puede significar escribir o recibir esta inmensa colección de tarjetas.
Lo primero que hay que decir es que casi siempre, además de un alarde de buen gusto, son una valiosa lección de teología de la encarnación del Hijo de Dios. Entre la imagen y el texto se suele reflejar con acierto una experiencia de fe en ese maravilloso misterio de amor de Dios y de bondad entre los seres humanos.
En cada tarjeta navideña, cada cual suele poner lo mejor de sí mismo en lo que elige para diseñarla.
El diseño original se suele completar con detalles personales, que puntualmente se escriben, y que siempre, por breves y atinados, son acogidos por los destinatarios con sencillez y gratitud, sobre todo cuando ven su nombre escrito de puño y letra en el christmas navideño que le envían.
Casi nunca se necesita más, pero si se tiene el detalle de añadir algo personal, ya es el acabose de felicidad. Y si no se dice nada, es la decepción: “Yo para ese no soy nadie”.
Interpretación no del todo exacta, porque la razón para no escribir más o nada no suele ser el desdén, sino la falta de tiempo, la rutina o la misma comodidad. Últimamente, algunos pretenden suplir su ausencia de detalle con un texto, escrito a mano, con intención de personalizar, pero que se convierte en impersonal y decepcionante al pasar por la imprenta.
Una mediación inadecuada, para un christmas diseñado para evangelizar, puede restarle al mensaje la fuerza que siempre tiene lo personal. No hay evangelización si el anuncio no lleva la verdad y el corazón del testimonio. ¿Cómo vamos a desearle a nadie una feliz Navidad si no nos identificamos personalmente en nuestra propia felicidad y no compartimos ese deseo con otros, también personalmente identificados? En la evangelización, todos los medios son necesarios, pero en todos ha de singularizarse el corazón de la persona.
En el nº 2.783 de Vida Nueva