Tenemos que caminar con los pobres

María del Pino Rodríguez de Rivera, misionera española en Filipinas

MARÍA DEL PINO RODRÍGUEZ DE RIVERA, misionera española en FILIPINAS | Natural de Las Palmas de Gran Canaria, pertenezco a la Congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, original de Granada. Mis hermanas de comunidad y yo vivimos en Manila desde hace tres años y esta es nuestra primera comunidad en Asia. Nuestro carisma es la adoración perpetua al Santísimo Sacramento, la educación y las misiones, pero siempre abiertas a las necesidades y a la realidad de los lugares a donde vamos.

En Filipinas, trabajamos en Baseco Port Area, una de las zonas más marginales de Manila, donde la pobreza es extrema y la gente vive en condiciones infrahumanas. Sin embargo, a pesar de tanta miseria, no faltan la sonrisa, la esperanza y la fe de la mayoría de los que allí viven.

Trabajamos con los padres agustinos en la pastoral parroquial, mediante nuestro trabajo en una de las 17 capillas que hay en Baseco, la del Santísimo Sacramento, que también es el Centro Social María Emilia Riquelme. Acompañamos a grupos de niños, jóvenes y adultos, tenemos un programa de alimentación para los más pequeños, participamos en la vida pastoral y estamos en otros proyectos aún por definir.

Estos días hemos vivido en Filipinas un gran acontecimiento que ha movido el corazón de millones de personas, entre ellas nosotras. La visita de nuestro querido Santo Padre, el papa Francisco, ha sido una experiencia honda, difícil de explicar con palabras, un regalo de Dios que uno guarda en el corazón como un auténtico tesoro.

Ya desde los días previos a su llegada, se respiraban en todo el país la alegría, el entusiasmo, la ilusión por recibirle. En todas las iglesias se rezaba por él, había carteles de bienvenida por toda la ciudad. Todos le esperábamos con muchos deseos de escucharle y de acoger el mensaje que nos traía de parte de Jesús. Y, realmente, así ha sido. Sus palabras durante estos días han sido palabras dichas desde el corazón de Jesús.

En algunos lugares se comentaba: “¿Qué pasa que, cuando el Papa nos mira, nos saluda o pasa cerca de nosotros, a todos se nos saltan las lágrimas?”. Y yo… me atrevo a responder: “Es Jesús quien nos mira, nos saluda y pasa a nuestro lado, en la persona del Papa”.

Esa fue mi experiencia el primer día, cuando salí a la calle a recibirle con la gente de nuestra parroquia. El Papa, al pasar, me miró y me sonrío; fueron apenas unas milésimas de segundo, pero esa mirada penetró en mi corazón de una manera inexplicable. De repente, sentí una paz muy profunda y comprendí dentro de mí que Jesús me había sonreído a través de él.

En todas sus homilías y discursos resonaban las palabras de un hombre de Dios, sencillo, humilde, dispuesto a cambiar cualquier itinerario ante la tristeza de un corazón necesitado de Amor, como fue el caso de Gyzelle, la niña que dio su testimonio en el encuentro con los jóvenes: “Hoy ella ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas”, nos dijo el Papa.

Es curioso cómo todos los misioneros llegamos a la misión con muchos deseos de ayudar, de “hacer cosas”, pero la mayoría de nosotros, después de pasar un tiempo, coincidimos en lo mismo: son los pobres quienes nos evangelizan a nosotros día a día, con su fortaleza, su alegría, su esperanza, su fe inquebrantable ante las dificultades. Y entonces nos damos cuenta de que lo más importante de nuestra misión es “estar con ellos y compartir la vida con ellos, desde lo sencillo de cada día”. Es ahí donde se manifiesta el amor de Dios, en el caminar juntos, en el dejarnos acompañar unos de otros.

El Papa nos ha invitado estos días a llorar con los sufren, a aprender a amar y a dejarnos amar y evangelizar por los pobres. Con la humildad que le caracteriza, nos ha dicho que él no sabe qué decir ante el sufrimiento de la gente, pero Jesús sí sabe qué decirnos y Él nos responde a cada uno en el corazón, desde su corazón.

He oído discursos del Papa, he leído sus documentos…, pero nada como la experiencia vivida en estos días. Todos hemos sentido cómo la visita del Papa ha sido presencia real de Dios en medio de nosotros, y todos hemos sentido el vacío de su marcha. Pero nos quedamos con la mirada puesta en el futuro, un futuro esperanzador si lo vivimos con Jesús. Él tiene todas las respuestas, escuchémosle.

En el nº 2.926 de Vida Nueva

 

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