(Dolores Aleixandre, RSCJ) ¿Tenía Tomás un hermano mellizo? A lo mejor sí, y ésa es la explicación más evidente y plana de su sobrenombre. Pero nada nos impide aventurar otra, e imaginar que estaba bajo el signo de Piscis, que en el zodiaco se representa como dos peces gemelos y sugiere una personalidad compleja, contradictoria y “múltiple”. El apodo le vendría entonces de aquellos dos hombres distintos que coexistían en él: el Tomás decidido y audaz, capaz de adentrarse sin temor en lo desconocido y de decir: “¡Vamos también nosotros a morir con el Maestro!”, y junto a él, el otro Tomás, su sombra, receloso, desconfiado y algo cerril.
A lo mejor por eso simpatizamos tanto con este discípulo de reacciones impulsivas y algo descaradas y nos cae tan bien su manera de aproximarse a Jesús, tan temeraria y desarbolada. Y hasta podemos sentirnos englobados en esas contradicciones suyas, como si fuéramos su “gemelo virtual”. El final de la escena nos llena de esperanza: Tomás el Mellizo, dividido y desconfiado, es bautizado en las aguas torrenciales del amor sin límites de Jesús, recibe ahí su nombre definitivo y único, y se adentra, a ciegas por fin y sin miedo, en la hendidura insondable de tu costado abierto, Señor mío y Dios mío…