ERNESTO MORALES CONTRERAS, presidente general de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) |
Son muchos los artículos de opinión que circulan estos días por la Red en relación a la elección del cardenal Jorge Bergoglio como nuevo Papa. Mi compañera María ha hecho una selección de aquellos escritos por teólogos muy cercanos al estilo de vida de Jesús y no tanto a la jerarquía eclesial, y nos llena de esperanza ver que se encuentran ilusionados con este nombramiento.
En la JOC tenemos muy claro el camino que la Iglesia debe tomar para responder con fidelidad a su fin último: hacer llegar el amor de Dios a todas las personas. Y no nos referimos a un amor condescendiente ni basado en una mal entendida caridad; la Iglesia debe ser esa Madre que se encarna en el dolor de sus hijos, que padece con ellos, que no se mueve de su lado, que se cambiaría por ellos si pudiera para que dejaran de sufrir.
La Iglesia seguidora de Jesús no puede
desoír el clamor del pueblo:
los leprosos, los endemoniados y las viudas
se han reencarnado en nuestro Primer Mundo
en parados de larga duración, en personas desahuciadas, en inmigrantes.
Si hay algo hoy en el mundo, es gente que sufre. Las consecuencias de este sistema inhumano son cada vez más sangrantes y están polarizando aún más la sociedad. La Iglesia seguidora de Jesús no puede desoír el clamor del pueblo: los leprosos, los endemoniados y las viudas se han reencarnado en nuestro Primer Mundo en parados de larga duración, en personas desahuciadas, en inmigrantes. En el Tercer Mundo, desgraciadamente, nunca dejaron de existir. Es con esas personas con las que la Iglesia debe estar, y por esas personas por las que debe dar un giro de 180 grados.
Por fortuna, en la Iglesia tenemos testimonios de sobra de encarnación y compromiso con los pobres. Personas que fueron capaces de dejarlo todo por estar al lado de los últimos, gente que puso la mano en el arado y no miró atrás. Pensamos que el papa Francisco tendría que fijarse y apoyarse en esos referentes para renovar la cara y el corazón de la Iglesia. Es el único camino para dejar de ser, para la mayoría de la población, una institución anticuada e incoherente.
Son muchas las voces que apuntan que el haber tomado el nombre de san Francisco de Asís es ya toda una declaración de intenciones. En la JOC deseamos fervientemente que esas intenciones cristalicen y que retomemos la senda que Jesús nos marcó.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.